El gran temeroso y amenazante futuro. Mierda, ¡qué muñeco jodido que nos tocó! Desde este lado de la conciencia, la del periodismo, que exista Javier Bauluz es una luz tímida en el horizonte, para usar una usada analogía marítima.
Pocos días atrás, en Madrid, Bauluz organizó una debate con otros periodistas sobre el futuro de la profesión luego de la filtración de Wikileaks. Se puede leer en este link http://goo.gl/BcTQU, que está dentro de su imperdible periódico online PeriodismoHumano.
Allí, Bauluz afirmó que la el trabajo de la ONG que dió a conocer los cables secretos de la Secretaría de Estado yanqui representa una verguenza para los grandes diarios del mundo, que son los que deberían haber hecho el trabajo sucio de la investigación.
Ahí saltaron algunos periodistas del panel donde explicaron que la realidad laboral es otra. Que el periodista siempre accedió a la información inaccesible para el común de los mortales a través de la fuente; y que el valor del escriba es la selección, jerarquización y, por qué no, la traducción de los documentos.
Como periodista que soy reconozco que es difícil plantarse en una de las dos veredas cuando la profesión es ambas cosas, cuando la labor cotidiana es buscar la información de primera mano y también elaborar una pieza que intente explicar -y darle- la relevancia que ciertos folios, números, datos o cables esconden dentro de su formalismo.
Que desde el otro costado de mi conciencia, la de ciudadana, celebro con entusiasmo la existencia de gente como Bauluz que lleva adelante una agenda paralela, con una documentación de la realidad que también es arbitraria y selectiva. Me encanta. ¡Hurra!
Considero que para nuestras débiles democracias es de vital importancia que proyectos como Wikileaks y PerodiosmoHumano se reproduzcan por el globo. Y mirá, que no importa que no tengan el foco de luz de la tv en la cara, lo importante trasciende lo obsceno de la exposición mediática.
Que existan medios masivos de comunicación, gigantes que mastican discursos impropios y se los escupen a los oídos/ojos desprevenidos, no supone más que un obstaculo débil al intelecto. Ahí, en cada propietario e inquilino de una mente, se debe hacer el ejercicio cotidiano de entender la razón de cada mensaje.
No celebro la maquinaria perversa de la manipulación de la comunicación, celebro que existan las voces en alto. Los grupos mass media sólo impulsan la acción. La gente dormida no mira con atención la televisión, no cree en un papel que nadie firmó. La siesta se termina cuando se descubre la honestidad en el rulito de la letra escrita, más allá del soporte...