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28 de enero de 2015

Minúscula Web - Perfil de Tálata Rodríguez

«veo mucha poesía en lo no poético»

es la autora de unos poemas vitales, espontáneos y cotidianos que han sido grabados como si fueran videos de rock. un subte, la bombonera y los barrios de buenos aires son su escenario.

escribe: romina zanellato

***
Tálata Rodríguez tiene una boca chiquita, de labios con forma de un beso, que se mueve en la misma melodía que su brazo derecho, el que va y viene en el aire, al ritmo de la poesía. En la mano quieta tiene un teléfono o un papel o el dedo en alto. Parece que rapea, parece que actúa, parece una poeta. No hay definiciones.
La poesía es el arte más conceptual, dice. Se mueve rauda por su casa, en el barrio porteño de Boedo, ese donde se vive más fútbol y tango que en cualquier otro lugar, donde los turistas no llegan. Está hablando de la poesía para construir y destruir la memoria, el destino, reconstruir la historia. Antes dijo que lo poético es lo fuera de lugar y, en el medio agregó algo más: “En este mundo caótico el que sobrevive es un artista”.
La materia prima de Tálata es la palabra y su obsesión es el estudio activo de las formas en las que se transforma el lenguaje a través de los sonidos, de la experiencia, de lo intangible de la inmediatez. Sus componentes son: vida e internet. ¿Pero cómo?
Nació en Colombia y vivió hasta los 10 años junto a sus padres en comunidad. La situación en Bogotá estaba recrudeciendo en violencia y se mudó a la casa de su abuela materna en el barrio porteño de Parque Avellaneda, dejando a sus padres en Bogotá. La distancia con ellos forjó una relación epistolar que duró diez años.
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Entre 1989 y 2002 su padre le mandó cartas desde 30 direcciones postales diferentes. Todas esas cartas se fueron juntando en carpetas y cajas, perdieron su orden hasta que el año pasado lo rearmó en una performance en el Centro Cultural San Martín, en el ciclo Mis Documentos.
No, lo que hace Tálata no es stand up. Esa definición la podemos tachar.
“Tengo una novela/chat en el celular –dice-, la voy a leer en el MALBA (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires), será un mashup de poesía y se llama Instrucciones para escapar”.
Eso ya ocurrió, fue a fines del 2014 y le llevó varias semanas de trabajo. Se había estado escribiendo con un hombre mediante el chat durante meses. Editó esas conversaciones sobre una enorme variedad de temas, con eje central en la vida y el amor, armó una historia que cabe en la pantalla de su celular.
Se para de un salto y larga sus teorías:
– El emoticón es el nuevo esperanto y sí funciona.
– Internet es el libro más grande de la historia de la humanidad, no se ha terminado de escribir y nadie lo leerá completo jamás.
– El historial de navegación del browser es el nuevo diario íntimo.
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Ella piensa, es práctica, se mueve, hay papeles, hay computadora, está la luz que entra por el balcón y contamina todos los colores de la casa, la autopista que pasa en el horizonte como un recuerdo constante, eterno, la ciudad, la vida.
“Veo mucha poesía en lo no poético, como un estado de situación”, afirma. Y sigue: “La poesía que a mí me interesa va por lo vital, más espontáneo y más mínimo, un cotidiano de lo que pasa en el día. Keneth Goldsmith dice que él no escribe, que transcribe lo que ve en el día. Él le leyó a Barak Obama un texto que se llama Traffic, que es una transcripción de los micros sobre el clima de una radio, los grabó durante un mes, los editó y es una poesía maravillosa. Es eso, es devolver lo que uno escucha todos los días pero de otra forma, con un moñito. Para mí el mundo ideal es el que haya banda ancha y meditación trascendental para todas y todos. Banda ancha hacia afuera y hacia adentro. Cuando sea presidenta será mi primera medida”.
Si esta nota intenta explicar a la mujer o entender su obra, todavía falta contar algo. Al abrir “Primera línea de fuego”, de la editorial Tenemos las máquinas, se ven letras grandes como un afiche, algunas poesías en verso, otras en prosa y en todas un código QR. A un click de distancia hay un video, uno por cada texto, cada uno hecho por un realizador diferente, cada uno filmado en un día, cada uno diferente al otro.
Yo tenía un amigo que se parecía a Slash,
no recuerdo su cara y no sé si la vi alguna vez,
quizás un pedazo de boca, un cigarrillo prendido
humo entre los rulos espiralados. Olor a fijador.
Mi amigo se llamaba Adamo y no venía al colegio.
Era de Tablada como mi compañero Néstor.
Adamo tenía un Dodge milquinientos. Un milky.
No íbamos a ningún lado,
pero las chicas nos arreglábamos
solo para subirnos al milky de Adamo
 Fragmento de Autopista del infierno.
“Fue muy natural la forma en la que llegué a hacer lo que yo quería hacer”, afirma, convencida. Toma agua, muerde un bocado de un sándwich. Tálata fue niñera, promotora, quinielera, manager, productora, cocinera, bartender. Ahí, en ese último rol, organizó ciclos de música y lecturas pero algo no la convencía: “La lectura como representación de la poesía no me parecía, tampoco el libro como formato”. Mientras tanto escribía algunas canciones, mucha poesía, porque para ella es lo mismo, pero un día se terminó su relación con su novio músico, las letras ya no tenían música y en ese silencio escuchó de nuevo, las palabras cantan. “Quiero leer unas poesías”, le dijo a su jefe. Éste le contestó que se suba ya al escenario, se las sabía de memoria, podía. Lo hizo. Ahí empezó todo.
“No pienso en el rapeo, ni en que rime. Cuando empiezo en la performance del texto, sólo digo lo que me acuerdo, y casi todo lo demás lo descarto, del texto escrito también. Le doy el poder a la memoria, si no me lo acuerdo es porque no vale”, explica.
El ritmo es duro, como la calle, como el asfalto, como la memoria colectiva de una generación, de esa que se sentó en la esquina a tomar cerveza, que cogió a la libertad, en cada una de las ciudades argentinas. Sin embargo, Tálata piensa, mira para afuera, el balcón enrejado muestra el sur de la Ciudad, y dice, afirma, al fin, que ella en Bogotá vivía al lado de un boliche de salsa y que esta faceta, la que está grabada en cada video, la que cuenta la historia de esa cocinera que sueña con Bob Dylan, es lo más colombiano que tiene.
Para conocer más de Tálata, pueden visitar la web: http://primeralineadefuego.tumblr.com/

11 de marzo de 2014

Prietto para minuscula.pe

>Llego tarde, como 20 minutos tarde, corro por la avenida Corrientes, cruzo Acevedo y ahí lo veo, apoyado contra una columna del frente del local, esperándome. Maxi Prietto me citó en un viejo reducto porteño, una casa de más de cien años ubicada en el barrio de Villa Crespo que cuenta con pool, ping pong, billar y ajedrez. Eso dice bastante de la nostalgia que maneja Prietto para hacer todo en su vida. Entre viejos con su vermouth en mano y nosotros con nuestra cerveza fría hablamos dos horas sobre la melancolía y la creación, esas dos partes indivisibles en su vida.
Pero empecemos desde el principio. Prietto nació hace 32 años en Quilmes, una localidad al sur del conurbano bonaerense. A los pocos años se mudó a Capital Federal pero siguió yendo seguido por su trabajo, una empresa familiar distribuidora de golosinas. «Después me tiré a vago y dejé», bromea. La vagancia sería hacer música de manera frenética. Prietto tiene una ecléctica obra solista que se puede escuchar en su bandcamp, la que incluye hasta un disco de boleros. Es parte también del dúo de guitarra–batería que se llama Prietto viaja al cosmos con Mariano, con un disco doble digno de un podio de belleza. Sumado a eso, es además la pieza fundacional de Los Espíritus, banda revelación del 2013 argentino.
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Todo eso surge en su casa, en una habitación que acondicionó como estudio, donde graba, experimenta, ensaya y produce sin parar. Dice tener más constancia que disciplina a la hora de la composición y que disfruta mucho más ese momento íntimo que tocar.
«Me gusta grabar, experimentar, probar sonidos, mi casa es como un laboratorio. Me gusta más que tocar en vivo, incluso. El momento previo, esas horas hasta que empieza el show, me cansa, los lugares con mucha gente me aturden, no entiendo la situación. Una vez que ya estoy tocando lo disfruto pero suele ser siempre muy corto en relación a la ansiedad previa. El “antes” parece mil horas y el show se siente de 10 minutos».
En cambio, la casa. En el transcurso de los años se armó de instrumentos y una infraestructura para gestar toda su música desde ahí. Con esas infinitas posibilidades de creación, Prietto elige siempre la guitarra como instrumento disparador. En el patio de su casa o en esa habitación empieza unos acordes, que se entrelazan con otros, que arman una melodía naciente que insinúa una palabra, y esa lleva a otra, hasta que habla sobre algo, se genera una personalidad y así nace una canción.
«Es como ese momento antes de quedarte dormido en el que no estás inconsciente y podés direccionar el sueño. Hacer una canción es como estar así. Nunca fui a pescar pero creo que debe ser así. Se genera un estado extraño en el que todo surge de una forma un poco inexplicable. Una vez que se generó eso no puedo cortarlo, tengo esa superstición. No puedo irme de ahí hasta que la canción esté terminada».
La corriente de inspiración en ese espacio íntimo se contrapone a lo que pasa en los shows. Con Los Espíritus, su última banda, la intensidad de los toques crece en temperatura corporal, contacto físico y energía de liberación, como un exorcismo compartido. Le pregunto si se siente desde el escenario, cuando todo ahí abajo cobra una intensidad a raíz de la música pero casi logra independizarse de ella. Sí, lo siente.
«Siempre que se llega a ese estadio nos cortan el show. En los festivales pasa muy seguido, es todo muy corto, el tiempo vuela y en la mejor parte nos tenemos que ir. Todo ese esfuerzo de acarrear cosas por algo tan efímero y a la vez tan fuerte. Es una energía muy potente».
Después de que Prietto viaja al cosmos con Mariano sufriera un parate de acción, Prietto buscó algunos músicos amigos para hacer –grabar- algo acústico, tranquilo, comos los EPs Casa 1 y 2 de su proyecto solista. Lo que surgió fue Los Espíritus, algo nuevo hecho de a cinco personas. Sin buscarlo, se gestó. Pensó que iba a ser más productivo continuar con eso que naturalmente se había dado, grabaron un EP con tres temas y después el disco.
«Me daba la sensación que no iba a funcionar. Me sorprendió mucho cómo lo recibió la gente. No lo entiendo todavía. No sé cómo alguien que escucha Prietto viaja al cosmos con Mariano escucha Los Espíritus, pero pasa».
En el grupo está Miguel Mactas en la guitarra, quien en algún momento, antes de que empezara todo, formó con Prietto una banda de la que no queda registro: Astromelia o Astrodelia, depende el día. También está Santiago Moraes, la otra voz de Los Espíritus con quien formó su banda de la secundaria. Con ellos, la inspiración tiene un cauce.
«Pensamos en Los Espíritus para componer, en un imaginario claro, de percusión latinoamericano, de blues y guitarras, de energías calientes, y pensamos en eso, lo intentamos descifrar y así salen las canciones. A mí me funciona pensar en ese misterio y hacer desde ahí».
 
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En nuestra mesa sobre la calle se escucha el tráfico de Buenos Aires, desde el interior del bar suenan los golpes de los palos contra las bolas de pool, los gritos de victoria de los jugadores de ping pong. Prietto luce tranquilo, despreocupado. Su cara y aspecto de niño generan confianza. Parece como si recién se despertara de la siesta. Uno nunca se imaginaría que él hace tantas cosas y tan distintas. Todo sale a través de él, corre por su sintonía de creación.
«No creo en los estilos musicales, no los entiendo. No puedo hacer algo que no entienda aunque si te gusta es porque está el deseo y en el fondo algo entendés. Pero por naturaleza uno cambia, si no cambiás sos un tarado, es porque te creíste un límite autoimpuesto, una pose. Prefiero quedar como un ridículo que hacer siempre lo mismo».
Y si todo lo que hace está bañado en nostalgia, tal vez eso también cambie pronto. «Soy un melancólico pero no sé si soy una persona negativa. Soy un hombre contento».
No espera nada, sólo graba y toca. Si las cosas ocurren, le da la bienvenida pero no hace nada para que pasen. Si las situaciones llegan es porque tenían que ser. Está tranquilo con ese pensamiento, está cómodo en su forma de vivir la vida.
Cierro el cuaderno, dejo la lapicera y nos pedimos otra cerveza más. «Hagamos las fotos ahora, así nos lo sacamos de encima»., me dice, justo cuando empezaba a acobardarme de mi doble rol. Vamos hasta el fondo del bar, no se inmuta con la cámara, se deja. Nos vamos contentos. Esta vez no nos echaron del bar.
 
Nota para minuscula.pe

3 de febrero de 2014

Diosque: "me gusta arruinar las cosas"

El juego es algo muy serio. Romper un sonido, mezclarlo, experimentar con texturas, olvidarse de la conciencia, entregarse a la búsqueda. El arte, como dice él, es para los arriesgados, para los atrevidos. Jugar es su vida.
Diosque habla con voz tímida, como un niño. Se ríe en tono bajito y achina los ojos. En Buenos Aires hacen 38° de sensación térmica, la lluvia amenaza en el cielo, los mosquitos salieron en horda desesperada a picarlo, le sangran los tobillos, le salieron ronchas. Se rasca, se sirve cerveza.

“No me imagino decir que un poeta es mejor que otro. Y creo que el arte es bastante una dictadura: es o no es arte. Si pensás entran los prejuicios. Si hago un esfuerzo puedo separarme del pensamiento pero siempre está ahí. Creo que el arte es arte y que no hay que pensarlo tanto. Yo trabajo con bastante brutalidad, no pienso tanto, pero por ahí después sí”.

Hace diez años que Juan Román Diosque partió desde Tucumán hacia Buenos Aires, detrás del fuego.  Trabajó en una oficina a tiempo completo, después a medio tiempo, ahora sólo se dedica a la música. Daniel Melero, el padre de la escena under argentina, lo produjo en su primer disco I can cion, un experimento que editó Sony. La fórmula no se repitió para Bote, disco físico que sólo editó el sello peruano Plastilina Records. Ahora vive en las afueras de la ciudad, tiene una casa con patio. Está todo el día pensando en sonidos, palabras e imágenes.

Tiene un cuaderno donde anota lo que piensa, ya sea en forma de frases o poesía. La computadora es igual que la guitarra, un instrumento, tal vez sólo un canal. Con ellas realiza la búsqueda de la melodía, hasta que la encuentra, y aparece el cuaderno para develar una letra. No hay métodos, no hay disciplina. Hay poesía por un lado, melodías por el otro. Lo único permanente es grabar.
Diosque graba todo. Tiene guardadas canciones que hizo diez años atrás, en Tucumán. A veces las recicla, le rompe el sonido, las desfigura. O no, a veces también las deja exactamente igual, y las sube al soundcloud, su gran caja de experimentación. Las cuelga ahí, a ver qué pasa con ellas. En estos días superó las cien mil escuchas. Entonces sí, ahí pasan muchas cosas.

“Es como un diario íntimo musical, son como mis papers, como un twitter también. Cuelgo cualquier cosa en soundcloud. Bueno, no cualquier cosa porque hay un filtro, tengo muchísimas cosas más que no subo. Tengo mucha inquietud, quiero que me escuche mucha gente”, dice.

Cuando habla cambia, dice y se desdice, borra en la marcha, piensa. Está distraído. Capaz sea el calor que agobia o la cerveza helada que calma. Todo lo va cambiando, como a las canciones. En un momento dice que son todas una lengua viva, que crecen y se modifican; después responde que sí, que hay canciones que considera cerradas, que no pueden reversionarse.

Vacila un poco más: “Cuando toco en vivo a veces hago todo distinto. A veces toco sin banda o sólo con un baterista, sin ensayar o con un solo ensayo. Por eso no me va tan bien en vivo, porque voy al riesgo. Me gusta el riesgo. Ahora quiero dejar un poco eso, quiero tocar con la misma banda siempre. Creo que no voy a poder dejar de ser así pero quiero probar”.

La banda está compuesta por algunos de los miembros de Michael Mike y otros músicos tucumanos. Comenzó como una reunión para grabar el disco pero la admiración mutua y la química lograron mucho más. Hay varios temas en el disco que Diosque está grabando que son de composición compartida con la banda. Además, después de mucho tiempo, saldrá a tocarlo con los mismos músicos con quienes grabó los temas.

¿Y cómo es el disco nuevo? Parece que fuera un secreto que no quiere develar. Dio algunas pistas: no es lofi como I can cion, su primer disco, y tiene más relación con el segundo, con Bote, porque está siendo grabado en un estudio con baterías de verdad y músicos de carne y hueso. Los soniditos quebrados estarán, porque estará Diosque: “Está lleno de baches e inquietudes que me encantan meter, cosas rotas pero con otro sonido”.

La descripción es así: más lírica, una poesía diferente a Bote, hay amor por la poesía misma, ya no hay letras de ruptura y soledad, la composición está en un estadio posterior al del desamor, ahí cuando uno se va amigando con la vida. Diosque dice que el disco tiene un carácter más fuerte que los otros dos. No hay canciones suaves, hay más sintetizadores con bombos en canciones con mucha poesía. Como en el tema La verdad rota:

Ahí venga la luz del día/
trae la otra parte, la florecida.
Ay como voy a saber /
si un lago en la baldosa/
es la verdad rota.

Tal vez en marzo estará listo, no lo sabe, tampoco se presiona con el tiempo. Vive libre y despreocupado de ese tipo de formalidad. Tiene en claras algunas cosas: lo va a tocar mucho, va a ir a Perú en el invierno, lo va a largar por su sitio web.

“La autogestión es todo. Está bueno que hagan las cosas por vos, que te apoyen, pero no tengo otra manera de hacer las cosas que no sea la autogestión, con los intereses musicales que yo tengo. No estoy para montarme en un escenario y cantar a lo Christina Aguilera. Yo busco mantener la investigación, la experimentación, me gusta esto de arruinar las cosas”.

Ese arruinar es, en realidad, crear. Crea música, crea poesía, crea fotos, crea videos, crea una mirada, todo el tiempo. Tiene un blog en tumblr con fotos de perros cogiendo en la calle, de ventanas fuera de foco, de sombras que van y vienen. Son como recortes visuales de un mismo hacer poético. Todo eso es una obra grande como lo que él es como hombre, como lo que quisiera hacer durante toda su vida.

“No lo hago por diversión, es mi estilo de vida. Me gusta ver lo que está más allá de la superficie. Soy muy activo, escribo todo el tiempo, me gustan muchas las fotos, no creo que haya fotos feas. En el tumblr somos todos iguales, todos podemos sacar fotos hermosas”.


Las misiones son claras: escribir un libro de poesía, grabar música, filmar sin parar. Ahora, después de varios kilómetros recorridos junto a su amigo músico, Guazuncho, le está grabando un video de todas las imágenes que juntó en las giras con él. Un video a su estilo, su primero.

“Me encanta la tecnología porque me encanta la naturaleza, creo que la tecnología la imita, en algún punto. Se asemeja cada vez más a la perfección. Todo lo que nos rodea es tecnología y naturaleza a la vez. Me encanta la tecnología e internet, más para los curiosos que queremos saber todo y moriremos sin saberlo. Creo que internet tiene algo fatal, no podes ir en contra de ella, integra el trabajo y la diversión. Estás trabajando y divirtiéndote al mismo tiempo. Me doy cuenta cuando compongo. 
Sus canciones son tímidas, suaves. Usa juegos de palabras que encajan perfecto con su voz dulce, lúdica. Su fórmula de ruidos rotos y poesía fresca se repite como un sello inigualable en sus dos discos. Ahora, mientras encara el tercero, se reafirma en su creación. “Antes me ponía mal cuando notaba que algo se parecía a otra cosa o cuando yo me parecía a mí. Pero ya no. Ahora estoy desprejuiciado. Ahora pienso que si mis temas entre ellos se parecen es porque soy yo. Pienso que todos mis temas son iguales a mí al final”.

Lo dice así porque ahora ya está más grande, como dice él mismo en varias oportunidades. Ahora hace balances de carrera, tiene metas. Aunque trata de no pensar mucho en eso, es desligarse de la razón a la hora de crear, sabe que de pocos recursos puede hacer una hermosa canción y sólo eso le importa. “Pase lo que pase y tengas lo que tengas la poesía va a salir de alguna manera. El proceso es secundario a la creación”, y después, para seguir en la contradicción permanente, el lema: “Pienso porque no paro de pensar”.


Texto y fotos para minúscula.pe