31 de enero de 2011

Escondido

Yo no lo sabía. Lo cual no significa que si lo hubiera sabido la realidad pueda ser diferente. Yo no lo sabía, pero sí lo sabían los gobiernos europeos, los árabes, los asiáticos, el imperio, los organismos internacionales, los medios de comunicación.
Yo ahora lo sé y no lo voy a olvidar. Fueron esas miles de personas que se movilizaron hasta la plaza de la Liberación, en El Cairo, Egipto, las que me enseñaron que sufrían hace 30 años un regímen de estas características autoritarias, esta dictadura asfixiante que casi los deja sin conocimiento.
Hosni Muburak no quiere soltar el mango del trono, su imperio lo está derrocando pero él hace caso omiso a la sangre derramada en las calles, a los gritos, al fuego, a la fuerza del hartazgo. ¿Por qué? ¿Cómo puede ser que tenga aún poder para resistir?
Desde este lugar tan lejano, de conocimiento y de geografía, sólo puedo señalar un par de motivos que surgen de mis pensamientos. El viernes, el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, declaró que "Mubarak no es un dictador". Mientras tanto, la secretaria de Estado, Hilary Clinton, hizo comentarios muy tímidos sobre la situación que se vive en Egipto y señaló que Mubarak y su mujero son amigos íntimos de su matrimonio. A todo esto, el presidente Barak Obama no hizo declaraciones importantes sobre el tema, todo muy tibio, dijo que deberían producirse algunos cambios que la sociedad reclama.
Ningún país de Occidente le pidió a Mubarak que renuncie, que deje el puesto a un gobierno de transición y que llamen a elecciones pronto. La razón es simple, temen que el pueblo vote a un gobierno anti occidental, fundamentalista, que insite al terrorismo y al nacionalismo. Que el pueblo elija un gobierno al cual no puedan comprar, controlar y que sea una amenaza.
La historia demuestra que Egipto fue el primer país de Medio Oriente que firmó la paz con Israel y, después de éste, es la nación que más dinero recibe por parte de Estados Unidos para el presupuesto militar. Con ese "subsidio" se compra la paz en la zona, se compra la libre explotación de los recursos naturales, se compra a Mubarak, se financia la dictadura, se abastece la corrupción y se justifica el abuso a la sociedad.

El futuro
Los medios internacionales coincidieron que el Ejército es el único capaz de solucionar la situación: hacerle torcer el brazo al terco de Mubarak o matar al resto de los manifestantes que está en la calle. Sin embargo, el Ejército parece dormido; está negociando en silencio, coquetea con la gente, coquetea con Mubarak. ¿Qué está en juego? ¿Las bases jóvenes del Ejército no apoyan a los altos mandos que son tan cercanos al tirano?
Sin embargo, esta especulación por parte de los uniformados no hace más que acrecentar el miedo. ¿Cómo podrá ser mejor, más transparente y democrático, un gobierno futuro que tenga como principal soporte de legitimidad un Ejército que negocia desde las sombras? No sólo deja pasar los días para tomar postura, también deja que los grupos organizados saqueen el país y, al mismo tiempo, fraterniza con los manifestantes. Es el Ejército el responsable de las más de 150 muertes, del caos en las calles y la creciente inseguridad que sufren los egipcios, pero no es el responsable de lo que ocurre, es sólo un actor más.
A Egipto le urgen las decisiones. Sin embargo, no creo que el único camino -y mucho menos el mejor- sea que el Ejército tome las riendas del país. El silencio de la comunidad internacional es la principal causa de que Egipto viva estas jornadas de calvario. La Unión Europa y Estados Unidos son los responsables de esas muertes. Y la evidencia no es más que el único país que tomó una postura fue Israel, el cual apoyó el gobierno de Mubarak.
Meses atrás, cuando la policía ecuatoriana intentó un golpe de estado al gobierno de Rafael Correa la salvación para esa democracia vino de la tenacidad de su presidente y de la inmediata reacción que tuvieron todos los países de Latinoamérica a través de la Unasur.
Tal vez el primer mundo se deba una seria autocrítica, responsabilizarse de sus silencios y sus acciones.
Foto de Chris Hondros

9 de enero de 2011

je t'aime

aeropuerto internacional

Delay

Philipe mira el tablero de arribos mientras acaricia tu barbilla. Se da cuenta que la barba la tiene demasiado desprolija. Apunta en su mente que si encuentra alguna tijera más tarde debería recortar su vello.

En el piso, su bolso de viaje, de esos de gimnasia, es azul y está bastante vacío. Eso se nota a simple vista. Sin embargo, Philipe lo cuida como si fuera oro.

Comprende que su vuelo está demorado y se decide a buscar un asiento para pasar la noche. Debe esperar 6 horas de demora porque el avión que proviene de Oslo no salió debido al mal clima. Está todo nevado.

El frío polar entra por las puertas giratorias del aeropuerto de Charles de Gaulle. Ahí, en la segunda planta, las puertas están a pocos metros de la calle y el frío es imposible de frenar. “En este primer mundo no encienden la calefacción”, piensa nervioso.

Busca dentro de su parca la bolsa con el tabaco. Se arma un cigarro pero no piensa salir a fumarlo. “Total… que hay sólo una docena de personas para este aeropuerto gigante y vacío”, piensa.

Se sienta en la hilera de sillas que dan la espalda a dos jóvenes que duermen incómodas en los bancos congelados. Se prende el pucho mientras recuerda una canción que le cantaba a su hija Malena cuando era pequeña, mientras jugaba con su muñeca en la bañera. Esa canción le recordó el aroma a bebé: “Cuánto lo extraño. ¿Qué estará haciendo mi dulce nena en este momento?”, se pregunta nostálgico.

Nota mental

“Pss. No te puedo creer que este loco demente se haya sentado justo al lado de nosotras. Yo me voy a buscar un lugar más solitario. Apesta este pobre hombre. ¿Cómo puede ser que simule esperar un avión? No logro entender por qué no lo sacan de acá si los tres policías pasaron hace un rato y el perro lo olfateó. Saben que está acá pero lo dejan. ¿Acaso no estoy en Francia? ¿Cómo puede ser que no hagan refugios de noche? Aunque sea podría disimular y fumar afuera, aunque sea para disimular que es normal”.

Alivio

“Uy, se despertó una de las chicas. Esta me va a decir algo sobre el cigarro. Mirá que es grande este aeropuerto. Piba si te molesta andate a otro lado”, piensa Philippe.

A pesar de su arrogante pensamiento le sonríe a la morena despeinada con cara de fiera enojada. La saluda en francés, le pregunta adónde va. Piensa que tal vez con su simpatía la puede conquistar y hacerse de una nueva amiga.

Ella parece que le ladró algo en español o en italiano. No supo definirlo. Sólo le dio una pitada más al pucho y la vió levantarse para caminar el largo corredor del ala F de la segunda terminal del Charles de Gaulle.

El frío recrudeció, ya falta menos para que amanezca, así que sacó de su bolso una manta vieja que se colocó sobre las piernas. Se sacó las zapatos y se puso un segundo par de calcetines, esta vez de lana. Intentó recostarse en esos incómodos sillones.

En eso llega un nuevo pasajero que se sienta en la hilera de enfrente que estaba libre. Lo mira y le pregunta cuánto tiempo tiene que esperar. Hablan sobre el frío. Le dice que hay poca gente, lo vacío que está el aeropuerto que imaginaba tan transitado. “Recién habían dos chicas acá, una se despertó y se llevó a la otra a recorrer el aeropuerto. Tenían olor a mi hija Malena. Ojalá pueda embarcar rápido así puedo llegar a darle un baño”, le cuenta Philippe.

Conversan un rato más hasta que el visitante decide ir al baño y Philippe se duerme en la espera.

La vida abstracta

“Puta madre, faltan 5 horas. No sé qué mierda voy a hacer. Después de descubrir a este loco fumador no voy a poder dormirme, ya lo sé. ¿Este de acá será viajero de verdad o un impostor? No entiendo cómo puede haber tantos vagabundos viviendo acá adentro. Ay! Mirá, este tiene hasta una bolsa de dormir! Es insólito.

Allá veo un grupo de chicas, dudo que sean homeless. A ver, me voy a acercar. Ajá, hablan italiano, tienen ropa de marca, son turistas. No sé por qué me miran. Que estoy vestida espantosa pero no soy una loca como todos los de acá. ¡Dejen de mirarme! Yo me quedo acá. Prefiero la hostilidad de gente normal que la locura de esos que creen que esperan un avión”.