1 de noviembre de 2015

Revista Brando - Las chicas quieren cumbia - octubre 2015

En la pista de baile la cumbia sigue sonando pero ya no la tocan melenudos con trajes de gimnasia, ahora son chicas las que mezclan ritmos, rompen fronteras y llenan fiestas. De qué se trata esta movida contracultural que hace bailar a todos en todos lados, desde Palermo hasta Europa. 
Por Romina Zanellato - Fotos Felix Busso 
Un parche negro en el jean, una remera de g.b.h. sisada a los tijeretazos, y una gorra negra que le tapa la cara. Los dedos flacos de la mano derecha empiezan a moverse sobre el teclado mientras los de la izquierda llevan la lata de cerveza a la boca. Abajo del escenario el público grita y baila el gran hit que reconoce en esos primeros acordes. Es "La danza de los mirlos", tema instrumental de la banda peruana Los Mirlos que popularizó Damas Gratis hace unos años. Flor Linyera toca más rápido las teclas hasta que Pila "Zombie" Jackson deforma la cumbia con su guitarra y la transforma en algo mucho más cercano al hardcore. La gente responde con un pogo en la pista de baile. La noche del miércoles termina con un carnaval de espuma, aunque sea invierno, aunque al otro día haya que ir a trabajar. 
Flor y Pila, junto a Juana Chang, Inspector y Pat Combat Rocker (todos seudónimos), son las Kumbia Queers y minutos antes de subir al escenario hablan todas al mismo tiempo en el camarín. Van a presentar los primeros temas de su nuevo disco, Canta y no llores, y están excitadas por la cantidad de gente que las espera allá afuera. ¿Desde cuándo la cumbia hecha por mujeres convoca a trescientas personas un miércoles de otoño? Ellas lo intentan hace una década. 
En la pista de baile  la cumbia sigue sonando pero ya no la tocan melenudos con trajes de gimnasia, ahora son chicas las que mezclan ritmos, rompen fronteras y llenan fiestas. De qué se trata esta movida contracultural que hace bailar a todos en todos lados, desde Palermo hasta Europa.
  • Diversidad y diversión: dos palabras que definen al público de las Kumbia Queers.

Mientras tocan las Kumbia Queers se ve a un grupo de chicas pegadas al escenario, abrazadas, dedicándose canciones de amor, riéndose a carcajadas al lado de una pareja que baila con estilo de cumbia colombiana. Detrás de ellas, un grupo de varones levantan las manos como si fuera Pablo Lescano el que está ahí arriba. 
La idea de que está todo bien, seas como seas, es una de las premisas de esta movida contracultural que se traslada a la música misma. Las Kumbia Queers provienen del punk, del hardcore, del rap y la electrónica. Una síntesis de lo que expresan a nivel artístico: tomar ritmos ajenos y transformarlos según la experiencia propia. Quizá, también por eso, la cumbia cruzó las barreras de las clases sociales y hoy no hay fiesta en Palermo donde no se la baile. 
Antes de salir al escenario, comen pizza y hacen la lista de temas en la tapa de la caja de cartón. Saludan a los amigos que llegan, se cambian de ropa, entra y sale gente del camarín, toman fernet, cerveza, agua. Mientras todo eso pasa a su alrededor, de a ratos se concentran y hablan sobre el cambio en el público, más desprejuiciado, abierto a lo diferente. El origen lo remontan a los primeros recitales de El Otro Yo o de Fun People, bandas estructurales de una generación de chicos "alternativos" del 2000. 
Pila, que venía de tocar rock pesado, cuenta que ahí vio algo distinto, un público buena onda, que no era una tribu hermética, que había un vínculo de tolerancia y aceptación hacia lo diferente, tal vez porque Nekro (cantante de Fun People y ahora Boom Boom Kid) proponía temas como el romanticismo, el vegetarianismo o lo positivo de ser distinto, en una época en la que eso no existía en el rock ni en casi ningún otro género. Al contrario: por esos días, poscrisis del 2001 y Cromañón, la clausura de los espacios para salir a bailar se mezcló con un contexto social en el que el público se cerró a segmentos cada vez más estrictos de identidad: eras cumbiero, eras punk, metalero o electrónico. No había posibilidad de diálogo sonoro. 
A ellas, sin embargo, esa apertura les llegó desde el seno mismo del grupo. "Tuvimos la suerte de que Ali Gua Gua (excantante mexicana de Kumbia Queers) venía con esa onda de escuchar de todo. A eso se sumaba que nuestra baterista estaba todo el día escuchando cumbia villera. Fueron ellas las que dijeron que no íbamos a hacer rock, que íbamos a hacer cumbia", cuenta Pila. Y eso pasó cuando nadie lo hacía fuera de las villas. Menos mujeres. 
La escena actual, entonces, tiene la particularidad de que las mujeres son las protagonistas, el mensaje y la voz. Como no ocurre en otros géneros "ni siquiera en la cumbia villera, tampoco en el rock", ellas lideran los carteles con una idea fija: hacer bailar y hacerlo desde un lugar, el de la diversidad. En el circuito no están solas. Fueron las primeras, tal vez, pero desde hace unos años no paran de sumarse otros proyectos: Miss Bolivia, Sara Hebe, Las Taradas.
 
NOCHES CON DIAMANTES
Dos semanas después del show de Kumbia Queers, Miss Bolivia está por subir al escenario en otro boliche de Palermo. Antes, el DJ Villa Diamante está poniendo a bailar al público. En el medio de la multitud apretada se danza sin saber, medio torpe, por intuición, el ritmo pegadizo de la cumbia villera, imposible de esquivar en el cuerpo. Los círculos de gente giran entre sí, se desarman y vuelven a armarse, como un gran grupo de amigos. Dos chicas se besan un rato, se separan al escuchar la canción que empieza, se vuelven a integrar a la ronda, donde otra amiga coquetea con un extranjero, que también está con otro amigo y ese mira a otro chico que está más allá, que se hace el que no lo ve, que tss tss tss, el rayador marca el ritmo, el güiro del baile. 
En la pista de baile  la cumbia sigue sonando pero ya no la tocan melenudos con trajes de gimnasia, ahora son chicas las que mezclan ritmos, rompen fronteras y llenan fiestas. De qué se trata esta movida contracultural que hace bailar a todos en todos lados, desde Palermo hasta Europa.
  • Villa Diamante

Villa Diamante es Diego Bulacio, empezó como DJ hace diez años, cuando los clubes pasaban o cumbia o house, excluyentes entre sí. En 2006 se puso a pensar cómo internet había modificado el consumo cultural y cómo se podía traducir eso en la pista de baile. "Nadie escucha solo una cosa, somos una mezcla de intereses", dice. Ahora, con el carácter multitasking de las nuevas generaciones, parece imposible refutarle su teoría. Basta con mirar la tracklist que cada uno de nosotros lleva en el celular. Ahí, en esa inquietud de Villa Diamante, estaba el germen de lo que sacó a las clases medias de su encierro y despabiló las noches porteñas: las fiestas en clubes. 
Diamante creó junto a DJ Nim una de las fiestas más importantes para la nueva cumbia, la Zizek Club (hoy un sello discográfico con bandas como Chancha Vía Circuito o El Remolón). "Buscábamos lo contemporáneo, las cosas nuevas que se estuvieran haciendo acá. La gente venía a sorprenderse. Era, además, un laboratorio de baile, armábamos mashups en el momento según la reacción de la gente en la pista", cuenta. 
Hoy, Villa Diamante llegó hasta el Museo Nacional de Bellas Artes. Ahí, es el curador musical del ciclo Bellos Jueves, donde una vez al mes un MC hace una visita guiada rapeando o una banda de rap fusión como Fémina toca en la sala de expresionismo. 
Faltan solo unos minutos para que Miss Bolivia haga su aparición. Diamante hace sonar una base folclórica empalmada a un güiro de cumbia, a eso le sigue un gran hit internacional y, arriba, un rapeo de Sara Hebe. Se trata de "mixar", dice Villa Diamante, los bagajes culturales del público, las edades, los géneros, linkear el pasado con el presente, recibir todos los estímulos y sentidos que ofrece una canción sobre otra. Ahora la cumbia está encima de "Let's Dance" de David Bowie. 
"El público es muy abierto, porque reciben lo mismo: las Kumbia Queers, cuando tocan, hacen referencia a Black Sabbath, a Damas Gratis y al punk rock", define el DJ y, sin decirlo, también delimita a ese público: para poder seguirlas se necesita tener determinado consumo cultural, acceso a obras de arte, al cine, a movimientos artísticos históricos, internacionales, al pop pochoclero, a lo independiente, a la universidad. 
MUJER MARAVILLA
En la pista de baile  la cumbia sigue sonando pero ya no la tocan melenudos con trajes de gimnasia, ahora son chicas las que mezclan ritmos, rompen fronteras y llenan fiestas. De qué se trata esta movida contracultural que hace bailar a todos en todos lados, desde Palermo hasta Europa.

Ahora las luces se apagan, el escenario se ilumina y se escucha la voz de Miss Bolivia oculta detrás del telón. Su voz es dulce, como de nena, dice gracias por venir o algo semejante. Empieza un beat, salen los músicos y recién ahí se deja ver: vestida como una mujer maravilla del rap, muestra las piernas musculosas, sus muchos dreadlocks y el micrófono en la mano. El público grita, ella empieza el show. 
El ritmo es cumbiero, el beat les marca el paso a las bailarinas que se retuercen, se mueven como víboras mientras Paz Ferreyra -así se llama Miss Bolivia- les rapea sobre estereotipos, sexualidad, desigualdades y violencia. 
Paz creció en Córdoba, vivió en Estados Unidos y volvió a Buenos Aires para estudiar. Es psicóloga, aunque después de asistir a familiares de víctimas de Cromañón dejó todo y se puso a cantar. Empezó por el reggae y el rap, hasta que le salió la cumbia: la sentía más popular, más local. "Lo más provocador que hice en su momento fue apropiarme del ritmo y cambiarle el texto. Era hacer justicia a un estilo, porque si no, la cumbia estaba condenada a la misoginia o al machismo o a la apología", dice. 
Mientras ella canta, el público salta y levanta las manos como Pablo Lescano enseñó a hacer cuando creó la cumbia villera. Tal vez, lo más relevante sea que si bien la música es parecida, las letras están en las antípodas. Lo que la cumbia villera expuso después del 2001 fue la vida cotidiana de las villas, con los valores y las costumbres de una parte de la sociedad invisibilizada hasta ese momento. Fue la expresión de una realidad ajena a las clases medias/altas, desde la música y con el único fin de hacer bailar. Lescano, de Damas Gratis, lo dijo muchas veces: lo que le importaba era que en la villa cantaran y bailaran lo que les pasaba a ellos, sin imposiciones discursivas de afuera. "Los negros no te bailan cualquier cosa. Es muy jodido hacerlos bailar", dijo a Rolling Stone en 2001. 
Si bien las historias son diferentes con esta nueva cumbia, lo que los une es la expresión de una minoría. En la fiesta de Miss Bolivia hay una clase media que canta sobre la conciencia de género y la libertad individual de las personas, lejos de las bailarinas de bailanta pensadas como ornamento erótico. 


 
Miss Bolivia dice que ella no se pregunta qué es, pero sí es consciente del mensaje que quiere dar. "A veces no hay lugar para la poesía ni la metáfora. A veces se tiene que decir así. Siempre habrá en mí lírica militancia en derechos humanos o en la preservación de los recursos naturales, pero también hablo del amor, hablo sobre el sufrimiento que genera salir del canon capitalista de la monogamia heterosexual patriarcal. Yo hablo de esas preguntas que surgen porque salirse de ahí cuesta y yo lo pago. Pero eso tiene que ver también con la identidad de cada artista". 
Miss Bolivia le canta a una mina o a un tipo, no se sabe, hace gestos y a cada uno de sus costados hay dos chicas que hacen de sus cuerpos movimientos acrobáticos, como arañas con las cuatro extremidades tocando el piso y el culo meneándose para el cielo y, detrás de ellas, como un efecto óptico, el percusionista le pega al bombo al ritmo del güiro. Todo vale y el prejuicio no existe. 
Es sábado a la noche y entre el público se puede ver la diversidad de la que habla. Un chico de calzas metalizadas verdes, de piernas flacas como una mantis, da pequeños saltos de ansiedad. Detrás de él hay dos chicas, de la mano, con camisas escocesas y gorras con dibujos. También hay chicos del interior y extranjeros. Cabelleras verdes, fucsias, azules, platinadas. Camperas de gimnasia, de jean, de cuero, plataformas y también zapatillas de lona, rastas y hippies, pañuelos talibán y cadenitas de brillante, barba prolija y barba dejada, chicos afeitados, depilados, motoqueros. Todo eso en un solo lugar. "Alta fauna hay en mis shows", resume Paz. 
La cumbia cambió en los últimos quince años, cruzó barreras, se mezcló con gente nueva, es una expresión en la pista de baile y no parece detenerse. La diversión no caduca. Hay que ver hacia dónde van los exponentes de esta escena tan versátil y urgente como la sociedad. "El punto en común entre todos es el mensaje y el beat. Creo que geográficamente tenemos un pulso que es algo inconsciente que excede a la afición por AC/DC o Coldplay. Es algo que nos excede y nos convoca", cierra Miss Bolivia. 
AL MUNDO
Europa y la cumbia villera no parecen tener nada que ver. Sin embargo, algo pasa que las bandas se van, giran un mes, dos meses y al año siguiente repiten la experiencia, que se vuelve costumbre. 
"Saben lo que es Queer pero no saben lo que es Kumbia. Es exactamente al revés que acá", dicen -y bromean- las chicas de Kumbia Queers sobre sus giras por Europa. Internet fue el medio que les habilitó las giras. Una conexión de latinos dispuestos a hospedarlas, ofrecerles contactos, organizar fiestas, divertirse. En junio armaron las valijas y durante un mes recorrieron Alemania, Suecia, Dinamarca, Suiza, República Checa, Austria y Francia. "Avisales a tus amigos que estamos saliendo para allá", fue el post clásico después de cada recital y anuncio de la siguiente fecha. En su fanpage de Facebook está el diario de viaje más alocado: fotos, anécdotas y comentarios increíbles. "Está buenísimo ver cómo se sueltan, sin ningún prejuicio, solo van a divertirse y lo hacen con todo", dice Juana Chang, la cantante de este quinteto. 
En la pista de baile  la cumbia sigue sonando pero ya no la tocan melenudos con trajes de gimnasia, ahora son chicas las que mezclan ritmos, rompen fronteras y llenan fiestas. De qué se trata esta movida contracultural que hace bailar a todos en todos lados, desde Palermo hasta Europa.
  • Las Kumbia Queers antes de salir al escenario.

La comunidad latina en Europa es la primera que se acerca a verlas, pero es definitivo el boca en boca entre los locales, que las esperan y se saben sus letras por fonética. Cada vez que vuelven hay más "gringos", dicen. 
Son muchas las bandas que giran por Europa: hay un circuito de festivales que dan espacio a proyectos latinoamericanos. 
Pero también hay un modelo fuera del circuito, que es alquilar una camioneta, convocar a conocidos por Facebook y salir a tocar. Así empezó Kumbia Queers y así lo sigue haciendo. Miss Bolivia, con 100.000 fans en la red social empezó con algo similar: se fue a girar sin tener mucho planificado. La experiencia de los shows es tan diferente, dice, que se vuelve una motivación absoluta. "El primer lugar al que fuimos a tocar fue a Estocolmo y la gente se sabía dos o tres temas y los cantaban. Desde esa vez flashié. Hacía mucho frío, como veinte grados bajo cero, en un escenario en un sexto piso, lleno de estos gringos rubios de fiesta, todo muy raro", dice. En su calendario de shows próximo, Mis Bolivia tiene México, La Plata, Necochea, Mendoza, el 31 de octubre en Oslo (Noruega) y el 21 de noviembre en Vorterix, Buenos Aires.

Link a la nota: http://www.conexionbrando.com/1839027-las-chicas-quieren-cumbia