Este romance empezó en la habitación de mi hermano. Entre sus zapatillas gigantes de Michael Jordan, pelotas de básquet y posters de Guess y Carola del Bianco estaba la computadora de escritorio que era su máximo tesoro. Después de muchas peleas entre nosotros, y con mi vieja como mediadora, logré que me prestara la computadora mientras él no estaba. Como nos llevamos seis años, algunas noches él andaba vagueando por las calles y yo tenía 13 púberes años que aprovechaba para conocer mi primer amor: el dial up.
Al son del ruidoso ventilador interno del CPU y el calor que me incineraba la pierna derecha, me conectaba a internet cada vez que podía mediante la línea de teléfono fijo. Parece la prehistoria pero sólo fue hace 19 años. No sabía muy bien qué hacer en internet pero sentía una gran atracción por la pantalla de fondo negro y la luz de letras blancas que iban apareciendo y recién ahí, cuando el DOS le hacía paso a Windows, el color se volvía azul.
Investigué en el buscador de Yahoo! (RIP) cómo tenía que hacer para chatear en una sala de MiRC y entré por primera vez al canal #Argentina. Fui a ese porque en el de #Neuquén, provincia en la que vivía, no había prácticamente nadie. El chat era una pantalla total donde iban apareciendo frases que distintos usuarios iban publicando, todos con nicks relacionados al físico o las bandas que les gustaban. Era casi imposible seguir una conversación porque eran tantas personas que no se entendía nada. Había mucha gente que entraba todos los días y estaba horas. La forma de chatear en privado era doble click en el nick, entonces la clave era tener un seudónimo sobresaliente. Yo estaba descubriendo a John Frusciante, como el hombre más hermoso de mi mundo y el destinatario de mis suspiros rockeros. Mi nick, entonces, era LaFrusciancita13. Había tres claves ahí: la edad, el género y el gusto musical. En esa época había menos información, quienes lo entendían eran pocos, cosa que me daba jerarquía en el canal.
Dos años después, a los 15, empecé a usar ICQ. El chat de la florcita verde además de hacer un sonido hermoso cada vez que recibías un mensaje tenía el gran don de poder ver a los usuarios que estaban en la misma ciudad que vos. Ahí conocí a Matías, un chico cinco años más grande que vivía a 15 cuadras de mi casa. Durante un año entero chateábamos todas las noches durante dos horas. Para ese entonces mis papás llevaron la computadora al comedor para que sea más equitativo el uso de internet. Además de eso, yo tenía amigas por carta en todo el país a las cuales llegaba por mensajes tipo clasificados en la revista Billiken y con las cuales nos enviábamos fotos de los Red Hot Chili Peppers y los Backstreet Boys. A ellas les contaba que Matías era mi cybernovio. A ellas nunca las busqué en internet.
La vida que llevo la puedo hacer en gran medida gracias a internet. Todos los proyectos, mi trabajo, el podcast https://soundcloud.com/loscartografos, muchos de mis amigos, algunas parejas, las ciudades remotas que conozco vía Street View, y otra vez: la música, los libros, las películas. Todo eso es gracias a internet. Pero no a todos le pasó lo mismo y no para todos es tan natural y asombroso.
El 18 de mayo del 2015, un día después de que se estrenó el último episodio de Mad Men subí a Facebook una foto de Peggy Olson, el personaje femenino que acompañó a Don Draper durante siete temporadas. Mi papá comentó la foto haciendo notar su confusión, ¿por qué alguien que se llamaba igual que su hija subía una foto de alguien que no era su hija? Estaba sorprendido. Lo tuve que llamar y explicarle que la cuenta era mía y que yo había subido una imagen de algo que me interesaba. Si para las personas de 60 años internet es casi de manera exclusiva Facebook, y Facebook es algo incomprensible pero a la vez adictivo, ¿cómo es para los que nacieron en los ’90? ¿Cómo viven la realidad/virtualidad aquellos “nativos digitales”? ¿Internet es tan importante para todos por igual? Esa curiosidad me surgió hablando con alguien en Twitter hace unos meses: cada cual tiene una historia personal sobre su vínculo con la red y cómo cambió la forma de relacionarse entre las personas. Entonces hice un cuestionario rápido de 8 preguntas, se las mandé a varios amigos de distintas edades y con las primeras respuestas armé un blog sobre internet. Se llama “Amo internet” http://amointernet.tumblr.com/ y ya tiene 80 cuestionarios online.
La web, como tal, nació el 23 de agosto de 1991. Ese fue el día que cualquier usuario pudo acceder a la primera página de la World Wide Web (WWW). La diseñó un tal Tim Berners-Lee, de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN, por sus siglas en inglés) en Suiza. En su origen, ese canal era sólo para comunicarse internamente con sus compañeros de trabajo con acceso de usuario de CERN.
Al poco tiempo permitió que cualquiera pudiera ingresar a la URL de esa primera página web. De hecho, en su vigésimo aniversario se restauró la página tal como estaba y se la puede ver en http://info.cern.ch/hypertext/WWW/TheProject.html
Ese día, el 23 de agosto de 1991, (hace 25 años) se lo marcó como el Día del Internauta. En abril de 1993, CERN anunció su decisión de que el código base de la Web sería gratis y libre de regalías a perpetuidad.
Una noche de aquel 1997, Matías me contó que había ido a hacer un trámite al centro de Neuquén e hizo referencia a un lugar que quedaba muy cerca de mi casa. Al pasar le dije que yo vivía por ahí y la conversación siguió su curso. A la noche siguiente sonó el teléfono fijo, atendió mi papá, era Matías, había buscado en la guía telefónica todos los Zanellato que vivían cerca y me encontró. Me enojé tanto por el hecho de que haya roto ese código de realidad/virtualidad que dejé de chatear en ICQ. No le hablé más.
Para mí, que durante la adolescencia me costó interactuar con la gente en el plano de la realidad, que no conocía a nadie con intereses similares a los míos, internet fue la salvación. Un refugio y un canal para dejarme conocer a través de las palabras, para descubrir un montón de cosas que me recomendaban personas que no conocía en carne y hueso pero que igual me compartían links desde cualquier parte del mundo sólo para que yo sea un poco más feliz. Internet fue mi educación formal y también la sentimental.
Puedo dividir las experiencias de internet en tres grandes grupos de personas: las generaciones post 40 años, aquellos que nacimos en la década del 80 y los que nacieron después de los 90. En general, los nativos digitales no le dan tanta importancia a internet porque nacieron con esa herramienta; no logran entender del todo el potencial de información y curiosidad que hay ahí. Los de 30 la amamos, aún aquellos que no están conectados todo el tiempo en todas las redes sociales. Los mayores de 40 se dividen entre la entrega absoluta a su poder de seducción y los escépticos, reservados, los que piensan que la realidad nada tiene de virtual.
En estos 80 cuestionarios encontré cinco personas que recordaban de memoria su número de identificación de ICQ de ocho cifras, gente que sabe qué fue lo que buscó por primera vez en internet, mucha gente que empezó a chatear en los foros de discusión de Harry Potter, tantos otros a los cuales les robaron la identidad en la virtualidad y plagiaron sus trabajos.
También, muchos momentos memorables que existieron gracias a la red, como lo que le pasó a Santiago. Que me lo contó así: “en una ocasión participé de una videoconferencia de Skype de pre-filmación, en inglés, desde el locutorio de un supermercado del conurbano”. O la anécdota de Lucas: “un amigo dejó un comentario en un post mío diciendo que le había gustado un chico que repartía volantes en un recital, el pibe lo leyó y tuvieron una cita que terminó en una noche de pasión“. O a Malena, que en un cyber de San Cristóbal en 2005 le cortó por Skype a un novio italiano que tenía, mientras él estaba trabajando en Yemen. “Fue terrible porque ese día me llevó flores y me las puso delante de la cámara”, dijo en el blog.
Todos tenemos un romance con internet. El mío empezó en 1997 y dura hasta hoy.
La nota: acá: http://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/151287295940/yo-amo-internet
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ROMINA ZANELLATO
Romina Zanellato es periodista y escritora. Colabora en medios como Brando e Inrockuptibles. Cursó la Maestría en Escritura Creativa de la UNTreF y es parte del podcast Los Cartógrafos. En Twitter es @romizanellato.