Alto, de pelo rubio y compacto, como un pini pon, así era Pablo mi maestro de música de la escuela primaria N°2 de la ciudad de Neuquén. Los niños entre cuarto y séptimo grado que queríamos entrar al coro teníamos que audicionar frente a él y todos los aspirantes. Los primeros dos años no quedé, hasta que elegí la canción Quimey Neuquén.
Las canciones que podíamos elegir eran de León Gieco, Charly García, Zamba de mi esperanza o alguna del repertorio de Marcelo Berbel, el gran folclorista neuquino. Acompañada por Pablo, con su guitarra criolla, y alguno de mis compañeros que le daba al kultrum o al bombo legüero, empecé a cantar con voz grave sobre la tierra neuquina. Quedé. La cantamos los 35 que conformábamos el coro, de guardapolvos blancos y edades dispares, en el patio interno de mi escuela pública. Esa canción casi Patria para mi provincia se transformó en mi preferida. Es simple: cuando la cantás es el cuerpo el que no se la olvida más.
Pero sí te la podés olvidar. Quimey Neuquén no es el himno de la provincia, que sí es otra canción del mismo autor, no suena en la radio, no suena en los actos cívicos y dudo que aún los chicos la canten en la escuela.
Fue compuesta en algún momento después de la segunda mitad de la década del 60 entre el poeta Milton Aguilar y el folclorista Marcelo Berbel, en Neuquén capital. Este último solía recibir en su casa a los artistas de la época. Viajaba por la provincia, hacía música en todos lados. Al poco tiempo, José Larralde fue de visita y se quedó seis meses en lo de Berbel y, cuando se fue, se llevó tres de sus canciones para su repertorio.
Marcelo la cantó toda su vida y luego fueron sus hijos (Los hermanos Berbel) quienes la tocaron por toda la provincia. En Neuquén, esa canción es como un himno Patrio. Tanto que hay una ley provincial, la N° 1933 que la consagra como canción oficial de la provincia, que básicamente no significa nada porque el himno es otro. Sin embargo, fue Larralde quien la hizo conocida a nivel nacional, aunque ya hace décadas que no la interprete.
Larralde cada tanto toca en clubes de provincia o de la Ciudad de Buenos Aires, y a la salida de uno de esos conciertos, le contó a una amiga que esa canción la grabaron juntos con Berbel, pero no dijo más nada. No se sabe dónde, si fue en la casa patagónica o en un estudio porteño.
Ese primer disco, un vinilo que tiene de foto de tapa un perfil suyo de bigotes largos y prolijos con patillas hasta la mandíbula, empieza la leyenda. En la contratapa, la discográfica RCA cuenta lo difícil que fue encontrarlo en Cosquín. Su fama de cantor dejaba una estela pero nadie sabía dónde estaba. Hasta que apareció a las 5 de la mañana en un bar, solo con la guitarra, y lo escucharon. Ahí decidieron grabarlo.
En la contratapa de ese vinilo hay un recuadro escrito por Larralde que dice: “Cuando el hombre siente y piensa, y cuando el hombre sabe que su sentir y su pensamiento están enraizados en las entrañas de su tierra y de su pueblo, el hombre debe decir lo que siente y piensa. Si así no lo hiciere, su sentir y pensamiento serían tan inútiles como su propio dueño”.
Como 50 años después de que Larralde grabara esa canción, en una casa de Adrogué, Pedro Canale revisaba los discos que sus hermanos habían bajado en la computadora familiar. Entre todas las carpetas de mp3 estaba el primer disco de José Larralde, Canta. Puso play para ver de qué se trataba y la primera canción fue Quimey Neuquén.
El resultado de ese amor instantáneo fue un remix para su proyecto Chancha Via Circuito, incluida en su disco Río Arriba. Como pertenece al colectivo Zzk Records, que tiene incidencia mundial, la canción llegó a oídos del productor musical de Breaking Bad, la serie. En la quinta temporada, la última, en el décimo capítulo, Walter White está enterrando unos dólares en el desierto y aparece la voz de José Larralde por Chancha Vía Circuito. Lo que pasó a partir de ahí fue poderoso, en todos los sentidos.
Después de la entrada del bombo, los primeros versos dicen: Flor de los arenales / regada en sangre del bravo Sayhueque, /grito que está volviendo/ en tu desbocado potro pehuenche.
Marité Berbel, hija de Marcelo y también música, dice que Quimey Neuquén es una canción para la ciudad, no para la Provincia. Que parte de su encanto es que tanto su padre como Milton Aguilar tenían canciones con letras donde dejaban muy clara su postura política, donde contaban la experiencia en la estepa, en la cordillera neuquina. Sin embargo, ella cree que habla de otra cosa. Que es una canción a la ciudad.
Sol que se está gastando/ en piedras lajas/ y turbias corrientes. / Beso la sombra india/ que vuelve crecida/ de un sueño verde. En la letra están los ríos neuquinos, la barda árida y colorada del desierto, la sangre regada del mapuche por el hombre blanco. La naturaleza poderosa sobre todo.
Berbel también es el autor de El embudo, canción que en el 97 grabó León Gieco con Mercedes Sosa, Ricardo Mollo, Ricardo Iorio y algunos invitados más, que se transformó en una canción de protesta clave en el fin del menemismo. En su obra como letrista Berbel (y también Larralde) decían lo que pensaban sobre los apremios que sufrían las comunidades mapuches, el valor de la tierra y la explotación de los recursos naturales.
Berbel tuvo una voz, y fue tan poderosa en el folclore que su obra fue interpretada por Peteco Carabajal, Rubén Patagonia, y también entre bandas metaleras, como Malón, que hicieron un cover de una de sus canciones. Hasta Ricardo Iorio era muy amigo de él.
Ahora, Quimey Neuquén está pegada a una imagen del desierto rojo, similar al suelo patagónico pero yanqui, y en lugar de sacar el petróleo se lo usa para esconder los dólares de un personaje de ficción. Un Walter White que recurre a la tierra para esconder los billetes verdes de la droga que creó. Un personaje clave en la cultura globalizada, en su caída libre a la ruina.
El episodio se emitió el 18 de agosto de 2013, llegando al final de la última temporada de Breaking Bad. En esa época no estaba en Netflix y todos la bajaban y la veían casi en simultáneo con Estados Unidos. No pasó más de un día que la escena con la canción empezara a viralizarse en los perfiles de las redes sociales de los neuquinos. Una especie de orgullo patriótico se apoderó de todos mis contactos fans de la serie. Yo, si bien no la veía, y si bien conocía la música de Chancha Via Circuito, nunca había escuchado esa versión, me emocioné igual que todos los demás. Era como la revancha de la memoria, de la identidad.
Quimey Neuquén tiene una fuerza que parece universal. Chancha Vía Circuito encontró en la computadora familiar el disco Canta que José Larralde grabó en 1967 y que estaba ahí gracias a Soulseek. Le dio play. “Es poderosa. A veces cuando estoy tocando en lugares tan lejanos como Dinamarca, donde no saben quién es Larralde o quiénes son los mapuches, me piden esta canción y se emocionan. Hay cosas impregnadas en la música que están implícitas en los sonidos”.
Ese remix de Chancha Via Circuito llevó a la canción al televisor, la pantalla de Netflix, la pista de baile y el mundo. Su versión empieza con una nueva base percusiva, similar a la versión original, a la que salía en el salón del maestro de música. Y después se aleja de la guitarra melancólica de la versión de Larralde para transformarse en una base bailable. Arriba de todo, la voz del Pampa, la fuerza de la letra.
Nadie sabe qué piensa Larralde de que su versión haya resurgido después de tantos años, y que haya dejado de ser un himno provincial para sonar en las pistas de baile del mundo. Con su clásico humor, de vez en cuando en sus conciertos habla sobre Walter White. “¿Qué tiene que ver eso con Quimey Neuquén?”, ha dicho. Él no habla más que en el escenario pero de ahí hay frases que sus fans replican en las redes. En cada uno de los videos de YouTube hay una versión de sus dichos. ¿Pero qué pensará de verdad?
“Cuando estaba por publicar el disco fui a verlo a Larralde y le conté lo que estaba haciendo con la canción. Él fue muy amable y se copó, pero no tenía los derechos”. Chancha Via Circuito y su sello Zzk publicaron el tema de todas maneras, pero después el foco de atención fue tal que la discográfica dueña del derecho de producción radiofónico de la versión de Larralde se le fue al humo. Tuvieron que sacar el remix de todas las plataformas digitales. La canción sólo está en YouTube subido por un desconocido que ya lleva más de dos millones y medio de plays. Y en Breaking Bad, claro.
Como un sacudón al avispero de la memoria emotiva. Suena la o sostenida del primer verso de la canción y la piel neuquina se emociona. De lo que esa canción hablaba en aquel momento, ahora se resignificó con esa imagen televisiva. Lo que sonaba en una galería interna de una escuela pública sigue sonando en el cuerpo cuando está en la pista de baile. La canción vive, en los neuquinos, de vuelta, y ahora también en todos.
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