por ROMINA ZANELLATO
Entrás al feminismo argentino cuando el pañuelo verde cuelga de tu cuello por primera vez y estás sobre Avenida de Mayo, rodeada de otras mujeres con pancartas, con sus cuerpos semi desnudos, que hablan, piden, reclaman lo mismo que vos y lo que todavía no se te ocurrió. Todxs aquellxs que militamos los feminismos tenemos esa insignia de la lucha organizada que nació en un Encuentro Federal de Mujeres, en la edición XIX en Mendoza en 2004. El mío me lo regaló una compañera en la primera marcha del #8M convocada por Ni Una Menos y desde ese día lo llevo anudado en la mochila, como disparador del debate callejero, como elemento empatizador con desconocidxs.
Cerca del vino y las montañas, al grito indio de las mujeres, lesbianas, trans y travestis feministas se creó ese pañuelo que une a todxs en un reclamo que cruzó la barrera de los años: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. Ahí se decidió crear la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Al año siguiente más de 70 organizaciones feministas la formalizaron y presentaron el primer proyecto en 2007; luego lo hicieron seis veces más. Ese mismo proyecto se discutió en comisiones en dos oportunidades y ahora, sí, al fin, parece que llegará al recinto del Congreso de la Nación.
¿Qué pasó desde el 2004 hasta hoy? La organización. Hubo 13 encuentros y hubo el Ni Una Menos en la calle; el primer Paro de Mujeres; un movimiento multitudinario conformándose como sujeto político. Primero fue un reclamo primitivo: basta de femicidios, basta de matarnos. Ahora es: somos dueñas de nuestros cuerpos, maternamos por elección.
Así, en febrero de 2018, en el predio lindante a las vías del tren Urquiza, en la estación Federico Lacroze, todos los viernes la Asamblea Feminista que organiza el Paro de Mujeres del #8M discute y celebra el momento histórico de la lucha. Nunca hubo tanta participación. Nunca pasó lo que el 19 de febrero pasado, cuando miles de cuerpos con la insignia verde se acercaron al Congreso convocados por la Campaña.
Frente al ojo todopoderoso de las redes sociales, el hashtag #AbortoLegalYa llegó a ser trending topic con 78.000 tuits en pocas horas. La televisión no esperó para apoderarse del asunto, como si no hubiera historia detrás, como si no hubiera un movimiento de lucha. Así, pudimos ver el clásico modus operandi del patriarcado (o de los medios hegemónicos, o de la derecha, o acaso no es todo lo mismo): el borramiento total de la organización, de la historia. Aislaron el reclamo y le dieron un nuevo nacimiento, más marketinero, despojado de la política de la calle, la marcha, los gritos. No hablo de Jorge Rial en Intrusos, que convocó a una buena selección de feministas, humoristas y periodistas, muchas de ellas voces de ingreso al movimiento para adolescentes y jóvenes militantes, sino de los debates nocturnos, en las mesas redondas o rectangulares de la tevé, donde seis, siete sesudos varones hablan del derecho a la vida de un embrión y no de la vida de la mujer. Varones que desconocen los datos y las legislaciones, que omiten el pañuelo de nuestra historia. Es ahí donde el famoso patriarcado rechaza a las mujeres militantes, lucha contra la organización, en esos espacios que no cede y usa para negar y distorsionar.
Aquellas que entramos de a poco al movimiento, que no fundamos nada, recordamos algunas fechas como un tesoro emancipador. El 8 de marzo de 2017 fue una tarde despejada y calurosa en Buenos Aires. La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito iba adelante en una marcha que precedió al primer paro de mujeres. Ese día, a fuerza de instalar el tema en el almuerzo y de pegar un aviso en la pared, logré que mis compañeras de oficina se retiraran del trabajo a las 14. Fui al centro con esa victoria en el corazón. Salí del subte y escuché todos esos cantos, los abrazos, las tetas, las banderas, las agrupaciones, las adolescentes, lxs hijxs, las putas, las abuelas y ahí, delante de todo, la Campaña. Nunca había visto una marea verde así, la marea feminista, tan grande y feliz. Estar vivas, ser sujeto de derecho, ejercer la política, gozar por convicción, moverse por la otra, para la otra, hacer historia juntas.
El emblemático pañuelo verde está por cumplir 14 años
Ni bien amaneció este viernes con las tapas de Clarín y La Nación del título “El gobierno da vía libre para la discusión del aborto en el Congreso”, los grupos religiosos y más conservadores del país comenzaron a bombardear a mails las casillas de lxs diputadxs: la presión subterránea e invisible de estos grupos corporativos. Ellxs no sienten nada de eso que sentimos las miles de mujeres en la calle. Por ahora desconocen el consenso de 500 mujeres en un galpón al lado de las vías; no ven el Paro de Mujeres, niegan las 70 mil que se movilizaron hasta Chaco en el último Encuentro Nacional de Mujeres, el que llegó a su edición 32°. Subestiman el poder político de las 500.000 que salieron a la calle en cada Ni Una Menos.
Ese día, en la Estación Lacroze, la cuarta asamblea definió que el próximo jueves, el 8 de marzo, la movilización irá desde Plaza de Mayo al Congreso a las 17.30 y que una de las tres consignas será “por el aborto legal, seguro y gratuito”. Conformadas en comisiones, algunas estaban allá concretando esto mientras otras estaban en la ronda más grande discutiendo el documento que se leerá en el escenario; otras pensaban en la seguridad y acá, en la más fluida, se pensó la comunicación del Paro de Mujeres. Participar en las asambleas feministas es adentrarse a un mundo de pasiones desconocidas para quien solo lo lee por redes sociales. Ahí se disputa el cuerpo: las gordas, las putas, las abolicionistas, las biologicistas, las lesbianas, las trans, las obreras, las despedidas, las políticas, todas. Todo el año nos preparamos para dar ese cara a cara feminista, para ganar una posición. Es una lucha cuerpo a cuerpo. Es la construcción política a la luz de la tarde, como ya no se ve en ningún lado. Todos los sectores unidos, todas declamando a los gritos bajo una luz de celular. Sin embargo, esos cuerpos llegan todos a un acuerdo. La grieta desaparece en un solo reclamo: el aborto tiene que ser legal ya para todos los cuerpos gestantes. “Siiiii, yo no soy mujer, aborto legal ya para todos los cuerpos gestantes”, grita desaforadx una persona desde el fondo de la rueda.
No nació de un repollo televisivo, ni es discutible desde cuándo tiene entidad. El aborto es legal en Argentina desde 1921 para algunas causales como violación. Sin embargo, no se garantiza ese derecho y tanto los médicos como el sistema judicial persiguen a quienes quieren ejercerlo. Después de la conformación de la Campaña con miembras de distintas organizaciones feministas, en 2007 se presentó el primer proyecto de ley para legalizar el libre derecho al aborto. La última vez fue en el 2016, por séptima vez, donde se aplicaron algunos cambios al proyecto: dice personas con capacidad de gestar; se sacó el artículo de objeción de conciencia porque se considera que un médicx del sistema público debe garantizar la práctica o no debe trabajar en él; y, de acuerdo a legislación comparada con otros países, se amplió el plazo hasta la semana 14 para realizar la interrupción voluntaria del embarazo.
Tu opinión no es un argumento, dicen los científicos. Así que hablemos de datos: hay gente que discute que el embrión es una persona y que tiene derecho a la vida,
aunque la legislación internacional diga lo contrario. El Ministerio de Salud de la Nación en 2015 presentó el Protocolo ILE para la atención integral de las personas con derecho a la interrupción legal del embarazo donde dice que ese año “en la Argentina se realizan entre 370 y 522 mil interrupciones de embarazos”. Ahí mismo dice que en 2013, el 50% de las muertes por “embarazo terminado en aborto” fueron
mujeres de 15 a 29 años. Es decir, atenti: las mujeres abortamos dentro o fuera de la ley. Las mujeres morimos por hacerlo en la clandestinidad.
Al mismo tiempo la red feminista de socorristas creció em todas las provincias. ¿Qué son las socorristas? Voluntarias que te ayudan y te acompañan a abortar con Misoprostol, un remedio que se vende en farmacias y que tiene un impacto mucho menos traumático en el cuerpo de la mujer que otros métodos. Es momento de hablar: ¿cuántas mujeres conocés que hayan abortado con Misoprostol? Muchas, sin lugar a duda, aunque no se diga, aunque se calle.
La legislación avanzó; la organización feminista y la presión de las jóvenes también. No se puede anular una realidad: las mujeres abortamos. No se puede abandonar la salud pública: no se puede suspender los planes de Educación Sexual Integral (ESI), no se puede discontinuar el trabajo de salud pública sexual y reproductiva. El Estado no puede negar derechos, el Estado no puede permitir que se mueran mujeres, el Estado no puede callar a una población.
Si el debate del aborto llega al Congreso el 8 de marzo, día del Paro de Mujeres, día de confluencia de todos los feminismos, donde las grietas se anudan con un lienzo verde, donde miles de mujeres abrazarán un reclamo histórico, ese día lxs diputadxs deberán dejar de lado sus creencias personales para oír el reclamo de un sector de la población al cual se le negó un derecho. Deberán oír el grito de años de historia, de lucha, de calle feminista. Si no están a la altura de la historia con su voto, seremos nosotras -una vez más, las mujeres- quienes la hagamos. No hay secretos: hay lucha y organización. Hay un movimiento.
Link: http://laagenda.buenosaires.gob.ar/post/171378289750/ni-repollos-ni-cig%C3%BCe%C3%B1as