17 de octubre de 2018

Viva - Nota de Tapa: Militancia XL


 Una cola grande, con celulitis, voluptuosa. Una cola ancha con una bombacha rosada bien grande que dice “feminista” en letras rojas. A ver, ¿cuántos “me gusta” tiene esta foto? Tres mil quinientos. Y la acompaña una frase: “No suelo ver cuerpos como el mío en las redes sociales, así que vine a cambiar eso”, más un emoji de un durazno (el signo frutal que identifica a esa parte del cuerpo). “Antes la odiaba, ahora la amo. Es mi ícono, es mi identidad”, dice Agustina Cabaleiro, una joven instagramer, modelo e influencer del nuevo Movimiento Gordo.
La foto es una campaña de la marca Plop, que hace prendas plus size (talles especiales). “Lancé la colección de talles grandes con Agustina como modelo y el éxito fue instantáneo”, comenta la diseñadora Victoria Etze. Antes le hacía bombachas grandes sólo a su hermana, hasta que vio que en el mercado no había ropa interior sexy y juvenil para jóvenes más rellenitas.
En la red social de 11 millones de usuarios argentinos es donde se lleva adelante una batalla estética que rompe los moldes: los cuerpos gordos se muestran. Pero lo que a simple vista parece superficial es, en realidad, la punta del iceberg de un movimiento político tan académico como popular. Detrás de la cuenta de Instagram de Agustina hay una postura que le llegó primero por el feminismo y que aprendió después por los referentes locales del activismo gordo: “Cuando dejás de ser sumisa, cuando dejás de intentar estar dentro de los estándares de belleza heredados de vaya a saber dónde, se convierte en un acto político, en una militancia. Siento que es un acto de rebelión”.
“Cuando dejás de ser sumisa, cuando dejás de intentar estar dentro de los estándares de belleza heredados de vaya a saber dónde, se convierte en un acto político, en una militancia. Siento que es un acto de rebelión”
Agustina tiene 24 años, es de San Fernando. Publicista, fotógrafa y gorda. “Siempre tuve un cuerpo que va en contra de las reglas”, dice. Cuando sus amigas de la escuela pesaban 30 kilos, ella iba por los 50. “Siempre estuve por arriba, no es que me pasó algo”, cuenta. Pero después de sufrir e intentar no llamar la atención durante la primaria y sus primeros años de adolescente, un viaje le modificó la percepción: apenas llegó a Cuba, los hombres la miraban a ella en lugar de a su amiga esbelta.
“Acá nos gustan las mujeres como vos, con carne”, le dijeron. Ahí entendió que la belleza está determinada por la cultura. “Si en un lugar me desprecian y en otro me desean por lo mismo es porque la belleza única no existe. Entonces fue: soy linda porque yo lo decido. Ahí entendí que toda esta guerra contra nosotras mismas no tiene sentido.” La táctica de Agustina fue ir empujando sus límites de a poco. Si no se animaba a salir en malla delante de los demás, primero se ponía una enteriza. Después, lo intentaba con una bikini tiro alto. Y recién cuando estuvo cómoda, se puso el triangulito que quería. En cambio, para Delfina Lecointre fue de un día para el otro: “Antes usaba sólo remeras largas, estaba toda tapada, y en un momento cambié, empecé a usar lo que quería, cosas más cortas, al cuerpo, y al que no le gusta, que no me mire”, dice.
Agustina Cabaleiro. Es modelo y publicista. Tiene 24 años. Es influencer y milita en el Activismo Gordo en Instagram.
Agustina Cabaleiro. Es modelo y publicista. Tiene 24 años. Es influencer y milita en el Activismo Gordo en Instagram.
“Antes usaba sólo remeras largas, estaba toda tapada, y en un momento cambié, empecé a usar lo que quería, cosas más cortas, al cuerpo, y al que no le gusta, que no me mire”
Delfina tiene 21 años y hace tres que vive en Buenos Aires. Se vino a estudiar diseño gráfico desde General La Madrid, provincia de Buenos Aires. “Conocer gente nueva me cambió la cabeza: ya no tenía por qué odiarme”, asegura. Mostrarse desnuda le dio miedo al principio. Pero jamás se había visto así: se gustó. Su ícono también es su cola, con la Venus de Milo de jalea de Los Simpsons tatuada en el medio.
Para Delfina, toda gorda intentó revertirse. Ella vivió a dieta durante años. “Cuando una es gorda la gente presupone cosas: que comés mal y que no hacés actividad física, lo que puede ser es una falacia”, afirma. La comunidad que encontró en Internet y en Buenos Aires fue el apoyo para resistir desde su tipo de cuerpo: “Me sentía muy sola en mi pueblo porque nadie era como yo, no tenía con quién compartir lo que me pasaba”.
“Cuando una es gorda la gente presupone cosas: que comés mal y que no hacés actividad física, lo que puede ser es una falacia”
Con los gordos no se juega. Con colores pasteles y una estética pin-up, Delfina modela para marcas independientes que hacen prendas orientadas a cuerpos fuera de la norma. Sin embargo, sabe que eso puede ser peligroso porque la estética de las modelos plus size también genera otro estereotipo: “Somos gordas curvilíneas, con linda cara y cintura, y sólo unos kilos de más. Las marcas meten a una gordita, una tatuada y una con pelo teñido para hablar de diversidad, pero eso deja afuera a las gordas que son una heladera”.
Delfina Lecointre. Modelo plus size. Tiene 21 años y estudia Diseño Gráfico. le encanta el look pin up.
Delfina Lecointre. Modelo plus size. Tiene 21 años y estudia Diseño Gráfico. le encanta el look pin up.
Semanas atrás, hubo una fuerte polémica en Twitter por esto. La marca Madness Clothing, de Candelaria Tinelli, lanzó una campaña de jeans con fotos de varias mujeres usando el mismo pantalón, entre ellas una modelo curvilínea. En las redes, varias usuarias señalaron que el jean que promocionaba sólo lo vendían en cuatro talles, y el más grande era un 30. El Movimiento Gordo reclama más que un gesto fotográfico: exige ropa para todos.
En el modelaje hay agencias que trabajan con modelos de cuerpos grandes. Entre ellas, la de Samanta Alonso, que dirige Plus Dolls, donde hay fichadas personas que van desde el talle 42 al 62, aunque en el mercado le pidan las más delgadas. “La belleza no debería ser un privilegio. Creemos que la única forma de cambiar las cosas es mostrar que una prenda se ve bien con cuerpos de distintos tamaños”, dice.
Las marcas meten a una gordita, una tatuada y una con pelo teñido para hablar de diversidad, pero eso deja afuera a las gordas que son una heladera”.
La presencia de cuerpos gordos en las campañas no debería ser sólo una cuestión de tendencia o moda. En el Congreso descansa el proyecto de Ley de Talles mientras que el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) está haciendo un estudio antropométrico para saber cómo es el tamaño de los cuerpos de los argentinos.
Contra el IMC. Según la Organización Mundial de la Salud, el sobrepeso o la obesidad se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud. Y brinda una herramienta para medirlo: el Indice de Masa Corporal (IMC). Se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros (kg/m2): si el resultado da más de 25 es sobrepeso, si es superior a 30 es obesidad.
El IMC se aplica como criterio tanto en hombres como mujeres, en personas que viven en España y tienen una dieta mediterránea, en China con una dieta oriental a base de arroz, en los Estados Unidos con mucha fritura o en una vegana de Argentina. Aplica para jóvenes de 20 o señores de 60 años. No tiene en cuenta la estructura ósea, la musculatura o la genética personal. Es un índice que unifica y que fue hecho para diagnosticar poblaciones, que no tiene en cuenta a las individualidades. Esa es una de las cosas que el activismo gordo le discute a la Medicina.
Lux Moreno. Profesora de Filosofía. Publicó el libro "Gorda vanidosa", allí cuestioina la mirada de la OMS sobre la gordura.
Lux Moreno. Profesora de Filosofía. Publicó el libro "Gorda vanidosa", allí cuestioina la mirada de la OMS sobre la gordura.
“No importa si el resto de los valores en nuestra sangre, corazón o pulmones dan normales, porque portamos la anormalidad de ese IMC excedido –dice Lux Moreno, profesora en Filosofía y activista gorda, en su libro recientemente publicado, Gorda Vanidosa–. Tenemos una sociedad que considera que el gordo es enfermo, que es vago. La OMS dice que es una patología crónica. Antes de considerarla así decía que era un factor de riesgo; yo coincido, es como fumar, como ser sedentario, como ponerle sal a la comida.” La idea de una vida posible con un cuerpo grande es la rebelión del activismo gordo. No va por la aceptación, no va por el legado del amor propio: lucha por validar más de un tipo de cuerpo.
"Tenemos una sociedad que considera que el gordo es enfermo, que es vago. La OMS dice que es una patología crónica. Antes de considerarla así decía que era un factor de riesgo; yo coincido, es como fumar, como ser sedentario, como ponerle sal a la comida".
Desde la nutrición tradicional se sostiene que aquella persona con sobrepeso u obesidad, aun con perfiles normales de colesterol, tensión arterial o glucemia, tiene más posibilidades que una persona con un peso dentro de los parámetros de IMC de contraer enfermedades crónicas. “El IMC, por sí solo, no incluye individualidades. Sirve a nivel poblacional pero no tanto en el consultorio con el paciente”, dice Karina Naranja, licenciada en Nutrición. El caso del deportista es un ejemplo, tiene tanta musculatura que el índice le va a dar muy alto, como si fuera obeso. “Sólo sirve para una primera aproximación. No es autosuficiente, hay que seguir indagando”, afirma.

El Big Bang. El Movimiento Gordo nació en los Estados Unidos en la década del ‘70 como un movimiento social que propuso rebelarse contra el relato que la Medicina y los medios desplegaron en contra de la gordura: el mercado del fitness, el de la dieta, el de la delgadez como canon de belleza y dignidad. El grupo Fat Underground, conformado por mujeres californianas, publicaron en noviembre de 1973 el Manifiesto de la Liberación Gorda.
Ellas trabajan en torno a la denuncia y crítica del negocio millonario de la industria médica de la dieta. En los ‘90, Marilyn Wann hizo un fanzine llamado Gorda, ¿y qué?, el cual colaboró para que hubiera un campo académico sobre estudios críticos de la gordura. Por estos días, la escritora británica Charlotte Cooper, con su Fat Activism, es una referencia que los movimientos argentinos traducen a su modo.
“Tener un cuerpo fuera de los índices de normalidad se convirtió en un valor negativo y los estereotipos que emanaron del IMC y la tendencia cultural a considerar la delgadez como la única forma válida se transformaron en una especie de ideología sobre nuestros cuerpos. Y en esta lógica, la Medicina se encarga de controlar una buena vida que se asocia sólo con determinada noción de salud”, dice Lux Moreno, que hace poco se operó de un bypass gástrico por una enfermedad de reflujo gástrico no vinculada a su obesidad. “Mi identidad de gorda no tiene nada que ver con el peso que tenga”, afirma.

Animarse a decir “Soy gorda”. Laura Contrera y Nicolás Cuello se conocieron en 2010. Ella es profesora de Filosofía y abogada. El es profesor de Historia de las Artes Visuales y es investigador del Conicet. Su relación de amistad se forjó compartiendo sus experiencias como gordos. Se enviaban mensajes tipo cartas, reflexionaban sobre la opresión que sentían por parte de los otros y la sociedad. Cuando empezaron a postear en Facebook sobre lo que estaban discutiendo –sin ser algo catártico, sino lecturas políticas sobre la discriminación al gordo– hubo más interesados en debatir. Hicieron blogs, el fanzine Gorda! y convocaron a una asamblea que duró siete horas. A partir de ahí organizaron un temario de conversación sobre gordura vinculado al feminismo, a la alimentación, al sexo, a identidades no convencionales. Así nació el taller “Hacer la vista gorda”, el cual formó a mucho de los activistas del tema, que aún lo sostienen.
“Nos incentivamos a desobedecer, a radicalizar de verdad nuestra experiencia. A defendernos, a devolver agresiones, a responder, a decir ‘soy gorda’”, dice Laura. El año pasado hicieron un taller en el Encuentro Nacional de Mujeres en Chaco que desbordó de participantes y fue un hito en su historia. Y llevaron su libro, Cuerpo sin patrones, editado por por Madreselva. Nicolás agrega: “Pararnos desde ahí es darle la espalda a la autoayuda, a la auto conmiseración. Si hay algo que nosotros decimos es: no somos víctimas, somos rebeldes”.
Nicolás Cuello y Laura Contrera.  El, profesor de Historia de las Artes Visuales; ella, profesora de Filosofía. Ambos escribieron "Cuerpos sin patrones".
Nicolás Cuello y Laura Contrera. El, profesor de Historia de las Artes Visuales; ella, profesora de Filosofía. Ambos escribieron "Cuerpos sin patrones".
Para ellos, la gordura no se puede pensar sin relacionarla con el género –no es lo mismo una mujer gorda que un varón gordo–, la orientación sexual, la clase social o la edad. “La opresión que viven nuestros cuerpos se manifiestan en estigmatización, en violencia, en discriminación y en la patologización”, explica Laura.
Nicolás propone un ejemplo: en un grupo de cuatro amigas jóvenes siempre hay una que es la más gorda, por más que no lo sea para el resto de la sociedad. Completa Laura: “Si no sos gorda estás siempre en riesgo de serlo, y eso también opera como una forma de control sobre nuestros cuerpos”.
Ellos hablan de una crítica fuerte a los discursos de amor propio, a las frases hechas en relación con la aceptación que, en general, son dichos por personas delgadas. Su planteo es que esos mensajes culpan al gordo: si sufrís es porque no tuviste la voluntad de adelgazar, o no pudiste neutralizar la violencia, o no pudiste amarte a pesar de tu cuerpo. “Ahí lo que se anula son las condiciones políticas, económicas y culturales que producen la opresión sobre la gordura, y terminan responsabilizando a la persona”, opina Nicolás. De esta manera, la discriminación impide que puedan acceder a cuestiones básicas, como sentarse cómodos en un transporte público, entrar en un tomógrafo o comprarse ropa.
El impacto social. “Por más que mires fijo al rollo que dejé libre entre el jean y el top, el rollo no se va a ir, no va a desaparecer”, dice Agustina. Cuando era adolescente pretendía pasar inadvertida para no recibir agresiones y planificar tranquila lo que haría cuando fuera delgada. La vida se dividía en períodos de dieta con objetivos concretos como el viaje de egresados, el verano, el viaje familiar. “Cuando empecé a mostrar en Instagram que soy gorda y vivo una vida normal, y que no es que estoy sobreviviendo, recibí mensajes súper positivos. ¡Cada vez más! Ya nadie me ordena que haga dieta”, afirma. Cuando habla se expresa a carcajadas con una frescura hipnotizante. Delfina afirma que, además de comer sano, hacer ejercicio y no abandonarse, la buena vida de su corporalidad también contempla comer una hamburguesa de tres pisos, como hacen “los normales”.
“Cuando empecé a mostrar en Instagram que soy gorda y vivo una vida normal, y que no es que estoy sobreviviendo, recibí mensajes súper positivos".
Salir del estado de dolor y estigmatización que implica la gordura y avanzar hacia la rebelión que propone el Movimiento no es algo simple. Ana Larriel –psicóloga egresada de la UBA y activista gorda– dice que implica cuestionarse los valores en los que se apoya nuestra identidad. “Todos hemos sido conformados por la misma gordofobia que atraviesa todo, incluso nuestra propia familia. Si no hay afuera de nuestra casa nuevos discursos que digan que se puede vivir con este cuerpo, es muy difícil salir del lugar de dolor que se nos hizo destino”, señala.
Para Larriel, que Delfina y Agustina puedan pensarse como hermosas y demostrar que viven bien siendo gordas es porque el activismo logró correr la barrera. Para eso, dice, es importante escuchar al otro y su experiencia con su cuerpo. “Lo único que no puedo hacer con mi cuerpo es sentarme cómoda en el asiento del avión”, dice Agustina. Y Delfina, con una medialuna en la mano, la mira, se ríe y le confirma: “¡Y eso ni siquiera es tu culpa!”. 
Link: https://www.clarin.com/viva/armo-militancia-gorda_0_NMWUDjYIO.html






Viva - Nota de Tapa - Militancia Gordx, recuadro: Ley de talles

El jean es tal vez la prenda más difícil de comprar tanto para hombres como mujeres. En un negocio, el talle entra en un determinado cuerpo, pero en el de al lado ni siquiera existe. El 68% de las personas plantea tener problemas para encontrar talles en los locales argentinos, según una encuesta de la ONG AnyBody. Entre las marcas para personas delgadas y las que tienen ropa especial hay un bache de un par de talles. Los más difíciles de conseguir en el mercado son el 44, el 46 y el 48.

AnyBody ("Cualquier cuerpo") Argentina es el nombre de una ONG que pelea por la Ley de Talles en el país.
AnyBody ("Cualquier cuerpo") Argentina es el nombre de una ONG que pelea por la Ley de Talles en el país.
En la Argentina hay doce provincias que tienen sancionadas leyes para establecer patrones sobre las medidas de los talles, pero no se cumple. Por eso, en 2013, empezó el tratamiento en el Congreso de una Ley de Talles nacional. En pleno debate los diputados se dieron cuenta de que no había ningún estudio que dijera cómo son los cuerpos argentinos, indispensable para poder establecer los ocho talles que proponía el articulado. Entonces, desde 2014, el INTI está haciendo el Estudio Antropométrico con una máquina que compraron para eso y que, en menos de un minuto, escanea el cuerpo en medidas y en una imagen 3D. Para hacerlo representativo del país necesitan medir entre 13 y 15 mil personas. Ya llevan relevadas un tercio de lo necesario.
“Una vez que las tengamos dividas por regiones, se procesarán los datos para dar las conclusiones por zonas poblacionales, ahí se podrá trasladar a talles y moldería”, comentó Sandra Jung, responsable del estudio.
Mientras tanto, en el Congreso, los diputados Victoria Donda (junto a la ONG AnyBody) y Marcelo Wechsler unificaron dos proyectos de ley e intentan que se vuelva a debatir en comisiones. La propuesta establece la obligatoriedad de garantizar la existencia de un mínimo de ocho talles en los comercios de indumentaria. Esos, en vez de ser los europeos que se usan ahora, serán los definidos por el estudio del INTI. “Necesitamos esta ley que proteja a todas las personas, sobre todo a las que se perciben mujeres, porque son las más permeables a la construcción de un estereotipo que nos obliga a encajar en estándares que no son los nuestros”, comentó Donda.
Dentro de la industria de la moda, las marcas independientes son las que están llevando la bandera en este cambio de percepción. No sólo como una cuestión de aceptación de la diversidad, sino también como un mercado a conquistar.

https://www.clarin.com/viva/batalla-ley-talles_0_W7a1ZKQdu.html

Experiencia Konex



Entrevista a Jeites, Mala Fama y Hugo Lobo en la edición #44 de la revista de Ciudad Cultural Konex: https://issuu.com/cckonex/docs/interior_ek44_baja

La Cosa Cine - Friends - septiembre 2018


LatFem: Dominar la tecnología a nuestro favor

Caja Negra editó "Xenofeminismo: Tecnologías de género y políticas de reproducción", de la inglesa Helen Hester. Se trata de un texto vertiginoso sobre el futuro y las posibilidades feministas del dominio tecnológico. Crítica de Romina Zanellato.



¿Y si dominamos la tecnología para dominar nuestra reproducción? La pregunta siguiente se debe referir a quién tiene el pleno control de la medicina reproductiva (la corporación médica, claro, es decir: los hombres), y quiénes deciden que la menstruación, el ciclo, la concepción, el embarazo, el parto y el aborto sean idolatrados desde la concepción “natural”, aislándolos de intervenciones científicas que pudieran darles a las personas gestantes el pleno control de su cuerpo. Menor dolor, mayor intervencionismo.

Las preguntas que dispara Xenofeminismo, Tecnologías de género y políticas de reproducción de la inglesa Helen Hester interrumpen la lectura a cada rato. Su antinaturalismo nos enfrenta a la postura ancestral que heredamos. ¿la tecnología, acaso, no es producida por lxs humanxs?

El texto es la profundización a una arista que se presentó en el manifiesto Xenofeminismo: una política por la alienación que publicó el grupo feminista Laboria Cuboniks en 2015. Y esa arista es el problema de la reproducción, tanto biológica como social. Hester patenta desde las primeras páginas que el libro -editado en la Argentina por Caja Negra- “se construye como un texto polémico, una provocación”. Y sí que lo es.

Pero… ¿qué es el xenofeminismo? El prefijo xeno viene del griego y significa extraño o ajeno, característica indivisible del futuro que este libro propone. Las seis mujeres artistas e intelectuales inglesas que forman Laboria Cuboniks piensan en la ciencia ficción, en Mad Max como un camino inexplorado donde la tecnología y la mujer no se dejaron unir por el sistema capitalista y patriarcal. “El xenofeminismo es un feminismo tecnomaterialista, antinaturalista y abolicionista de género”, se posiciona Hester en el primer capítulo. La tecnología es una herramienta para el activismo, dice la autora, aunque entiende que no es neutra, que puede ser diseñada para controlar a la población pero alienta el hackeo feminista, la apropiación para crear un nuevo sistema: la tecnología es social y la sociedad es tecnológica.

Y es la reproducción el campo de batalla. Hester sostiene que la tecnología tiene la capacidad de ampliar la libertad humana; por ejemplo, “por medio de distintos avances hacia la autonomía reproductiva que nos permitan tener cierto control sobre lo que les ocurre a nuestros propios cuerpos. Esto supone entender la naturaleza no como el basamento esencializado de la corporalidad o la ecología, sino como un espacio de conflicto atravesado por la tecnología”. Discute a quienes adoran la alienación natural que propone el no intervencionismo del cuerpo embarazable, y resalta el peligro de esa postura: la romantización del dolor y el sacrificio femenino por la naturalidad del parto.

Ellas mismas en el manifiesto xenofeminista lo dicen: “la glorificación de “lo natural” no tiene nada que ofrecernos a lxs queer y trans”. La naturaleza y lo natural son campos de confrontación dentro del ámbito de la política. Por eso mismo el abolicionismo de género es el futuro por alcanzar al mediano plazo, porque es ineludible para la transformación emancipatoria que lleva adelante el feminismo.

Hester investiga un caso de las feministas norteamericanas de la segunda ola para ejemplificar su punto: el dispositivo de extracción menstrual Del-Em, diseñado por mujeres en los setenta. No sólo te quitaba la menstruación, también era un método abortivo de las primeras semanas que las feministas realizaban de manera colectiva, en tribus. El uso del Del-Em tenía un protocolo que fue girando por el mundo para que las mujeres pudieran formarse y domar la tecnología para realizar estas intervenciones ellas mismas. El protocolo fue adaptándose a las tribus que lo implementaron, modificándose como un código abierto, fue la tecnología puesta al servicio del feminismo transversal.

Algo similar analiza Hester con la organización Jane de ayuda socorrista, que nació como orientación y asesoramiento para el aborto en el Chicago de los setenta, antes de la legalización en Estados Unidos. Ahí, un grupo de mujeres pasó rápidamente a la acción: la corporación médica, liderada por hombres, impedían el libre acceso a la interrupción voluntaria del embarazo. Se capacitaron y lo hicieron ellas mismas.

Más cerca en el tiempo: la autoadministración de hormonas en Francia para las personas trans también grafica la tesis de Hester. La experimentación sin regulación estatal -que encorseta y cataloga las sexualidades- es el camino que eligieron lxs francesxs.

“¿Por qué hay tan poco esfuerzo explícito y organizado por redirigir las tecnologías hacia fines políticos progresistas de género?”, se pregunta Hester. ¿Por qué “lo natural” de la maternidad, los vínculos sanguíneos de parentesco, el futuro representado como “salvar a nuestro Hijo”, la heroica proeza de las mater-paternidades heterosexuales capitalistas para dejarle un mundo mejor al Hijo, no se someten al dominio tecnológico? Internet y el hackeo es una herramienta para molestar y apropiarse, pero Hester insiste: “Es preciso complementar las disruptivas prácticas de hackeo de género del estilo hágalo usted mismx con otro tipo de intentos que busquen asegurar un cambio más extenso y duradero”. Hay que crear otro sistema donde el acceso a la salud reproductiva esté al dominio de la soberanía de los cuerpos gestantes, y la tecnología a su servicio.

Un libro de alto impacto, indispensable para entender la discusión del futuro y las armas que el feminismo tiene para que usar: el infinito de la tecnología.

Link: http://latfem.org/dominar-la-tecnologia-favor/

Indie Hoy: Suárez: Apuntes de un ensayo antes del show

En la esquina de Caseros y Jujuy hay una multitud inhabitual de personas. Son las seis de la tarde. Padres con hijos, grupos juntándose alrededor de una botella. Están vestidos de rojo y blanco, hay globos aerostáticos pintados en el pecho, la gorra, la campera. Juega Huracán y está a punto de ganarle a Banfield por tres goles. Pero eso aún no se sabe en Parque Patricios, aunque se viva un aire de inminencia. A metros de esa esquina, en la que quizás sea la única sala de ensayo con ventanales al exterior y luz natural en la ciudad, está por ensayar Suárez por (casi) última vez antes de su show de este sábado en el Konex.
Rosario Bléfari ya me había adelantado hace meses que no tenían ganas de hacer entrevistas, no querían contestar lo que ya respondieron el año pasado cuando se reunieron después de 15 años sin tocar. Le insistí y entre todos decidieron dejarme presenciar el anteúltimo ensayo, sin preguntar, solo observar. Estoy con mi libreta y mi lapicera.
A las 18:30 entro a la sala. Marcelo Zanelli (guitarra) y Diego Fosser (batería) improvisan algo mientras los demás entran y salen a fumar en el patio. Me siento en un cubo en el lado opuesto a la batería nueva de Diego. “Estoy enamorado, todo lo que le pido me lo da”, le dice después a Fabio Suárez (bajo). Se la compró hace un año y tardó siete meses en llegar, dice que cumplió el sueño de su vida. Se nota.
Entra Gonzalo Córdoba (guitarra), se cuelga su instrumento y toca con el pie un pedal. Rosario agarra el teléfono y lee tres nombres de canciones. Van a tocar la lista definitiva del sábado que resolvieron en el ensayo anterior. Lo habían anotado en papel y se les perdió, pero alguien lo mandó por las dudas a su grupo de WhatsApp, así que leen desde la pantalla. Suena esa canción oculta de Hora de No Ver (1994) pero no, no voy a spoilear la lista. Solo una, y otra vez capaz.
Fabio se desata los cordones de las zapatillas sin sacárselas, es como el gesto de aflojarse la corbata de un oficinista pero en este caso es el de un abogado que es rockero. Usa el mismo bajo que en los ’90, con las marcas de los años. Se posiciona bien cerca de Diego; a su lado Gonzalo y Marcelo, como en una hilera tribunera, cada uno frente a sus pedales y sus equipos color beige. De espalda a los ventanales, los tres hombres de las cuerdas y la distorsión, uno al lado del otro. En la otra punta de la sala y en diagonal está Rosario.
La lista se sucede en un zigzag temporal. Rosario hace hincapié en modular bien cada palabra, que se entienda lo que está cantando. Sé que es una obsesión adquirida, algo que la ocupa. Y alguien se equivoca, no sé quién, ni ellos se dan cuenta, pero salta a la luz que no están tan de acuerdo en qué momento de la canción hacer el cambio de acorde. Alguien dice que en el disco estaba de una manera pero que lo venían haciendo de otra. “El disco es una referencia”, dicen al unísono Fabio y Gonzalo. “No lo pensemos más, cortemos ahí donde nos sale”, concluyen. Prueban el cambio una vez más, les sale perfecto. O no, y alguno se mira de costado y sonríe. Pero pasa, y siguen.
“Siempre hay un margen amplio de improvisación en Suárez. Tenemos una estructura, pero hay libertad para que aparezcan ruiditos que después no están, es por única vez. Así somos”, me dice Rosario después, cuando hacen una pausa para comprar una Coca, unas pepas de frutos del bosque y llamar a Nina, su hija.
En los ’90, me cuenta Diego, estaban en la sala de ensayo todos los días porque Gonzalo se había hecho una. Iban a diario, aunque no siempre ensayaban de manera enfocada como cuando pagan una sala. Ahora, aún en el recreo, parece diferente. Hay que solucionar lo que queda por resolver, hay que ver el pronóstico del tiempo. Hay que recibir al stage que los va a ayudar ese día, hay que arreglar lo del flete. Cuando entra Rodrigo y saluda a cada uno se sienta al lado de la batería, pone cara de fan, graba una story para su Instagram, parece contento.
Por la esquina del barrio ya no circula más gente disfrazada de futbolista, se ve desde el ventanal. Debe haber empezado el partido. “Excursiones” aparece ni bien se hace de noche. Los hits tienen una energía ineludible, son más que solo canciones que gustaron. A veces los mismos músicos se hacen los que no les importa tanto, pero acá adentro circula una nueva adrenalina. Lo que se viene es un in crescendo de ruido, voz y fuerza. La lista está buena.
Mientras Gonzalo y Marcelo afinan sus cuerdas -las cambiaron ese mismo día-, le pregunto a Rosario, “¿te arrepentís de que la Rosario del pasado haya hecho canciones así de agudas?” y me dice que no, que ella es soprano y que con el tiempo su registro natural fue primando, porque le queda más cómodo. “‘Río Paraná’ la tuvimos que subir para que me cueste menos. Si es muy grave no sé de dónde sacar el volumen de la voz”, me responde. Yo anoto.
Los veo avanzar perfecto en las canciones que escuché mil veces, que ellos mismos crearon y que tantas otras veces tocaron. Están ajustadísimos. Ensayan hace meses. ¿Por qué? Porque salió la secuela de Entre dos luces, el documental que hizo Fernando Blanco. Se llama Cien caminos – Suárez segunda parte, y ganó a mejor film nacional en el Festival Rock N’ Doc Festival el miércoles pasado. Este show es un homenaje a eso. O una excusa.
Antes de irme pienso que un ensayo es una práctica de entrega y humildad, donde la personalidad es puesta al servicio de un grupo y de la canción. Los errores están ahí para todxs, igual que los aciertos. Ellos deciden rápido, sin discutir demasiado, sin negociar mucho, y avanzan. La lista es larga y ya son las 21:15, se pasaron del horario. Les quedan tres temas. Los veo concentrados. Van a estar muy bien.
Terminan. Les pido una foto. Fabio me dice que tiene una estricta regla anti-fotos pero que bueno, solo por esta vez. Me subo a un banco en una esquina y les saco una con el teléfono. Marcelo y Rosario ponen cara de desafiantes. Están concentrados. Están muy bien.

Link: https://indiehoy.com/especiales/entrevistas/suarez-apuntes-ensayo-del-show/

Rolling Stone: Perfil Vera Spinetta - septiembre 2018








Rolling Stone: Aborto legal: 13 hechos que marcaron un semestre histórico



Link: https://www.lanacion.com.ar/2160514-aborto-legal-13-hechos-que-marcaron-un-semestre-historico