En paralelo al crecimiento y consagración de un nuevo rock indie en la Argentina, 2014 fue también el año que terminó de fortalecer un proceso único al otro lado de la cordillera: la emergencia de un nuevo pop en Chile. Movimiento híbrido y desprejuiciado que atraviesa las tradiciones cancioneras del país de Violeta Parra y las mezcla con las posibilidades digitales, la cuestión social y la herencia rítmica del pinochettismo, el pop chileno ofrece hoy un catálogo interesantísimo. De Javiera Mena y Gepe a la consolidación de una identidad generacional de la mano de Dënver, Astro, Anita Tijoux, Ases Falsos y más.
La Cordillera de los Andes nos separa, son 5.308 km de frontera entre Argentina y Chile, pero no es nada para Internet. De aquel lado está pasando algo con la canción y la escena independiente, algo que está sonando de este otro lado: es pop.
Tal vez los responsables sean Javiera Mena y Gepe, las grandes estrellas pop que en la segunda parte de la década del 2000 aparecieron con sus discos revolucionarios:Esquemas juveniles y Gepinto. El sonido fresco de esos discos, el juego del lenguaje visual, la atractiva novedad formaron ingredientes que al pasar los años se consolidaron en una identidad generacional.
Dënver, Astro, Fakuta, Anita Tijoux, The Ganjas, Ases Falsos, Pedropiedra, Fármacos, son los herederos de una escena que crece al interior de Chile y que se expande, se exporta, y llegó a Argentina. Son ellos, también, los que están estirando como chicle el género, haciendo de su canción un experimento que a veces es rock, otras veces tiene una sensación de ensueño psicodélico y también una raíz cancionera folclórica innegable.
Los 6.960 metros del Aconcagua, el pico más alto que nos separa, no es la mayor dificultad para sortear cuando se piensa en un posible puente entre la escena independiente argentina y la chilena. Es el cambio lo que dificulta el cruce de los Andes.
Sin embargo, los lazos empezaron a concretarse este año: Astro cerró el festival Ciudad Emergente en el CC Recoleta con un show impecable, con gran asistencia de público. Y lo repitieron meses después en el Music Wins. The Ganjas –tal vez el menos pop entre todos- cruzó la cordillera para tocar con Nairobi en Matienzo y con Poseidótica en Club V. Anita Tijoux pasó por Niceto Club a fin de año. Cristobal Briceño, el líder de Ases Falsos, banda que sacó su segundo disco Conducción, bajo el sello Quemasucabeza –quienes este año editaron a los argentinos Diosque y Coiffeur-, lanzó uno de sus discos solistas Deja un rato piola con Fuego Amigo Discos (Buenos Aires) y Polvo Bureau (Rosario). Además, Ases Falsos tocará en febrero en un festival en San Martín de los Andes (Neuquén). La conexión parece que es un hecho.
Raíz
Lo que las dictaduras dejaron a cada lado de la cordillera tuvo la misma raíz cancionera. La generación que nació en democracia, que se formó en la segunda etapa del 2000, creó su identidad con el mismo carácter autogestivo. Si se puede comparar, de una forma caprichosa, el año que acaba de pasar fue el de consagración para esos músicos punta de lanza de la escena independiente. En Argentina, Él Mató tocó su primer Vorterix en julio de 2014 (y luego repitió), llenó un primer Groove (que luego repitió) y tuvo éxitos internacionales varios. A la par, Gepe, después de una carrera de una década, en octubre hizo su primer Teatro Caupolicán en Santiago de Chile, comparable a un Luna Park, y tocó por primera vez en el festival de Viña del Mar. Son los primeros pasos de los músicos independientes en los escenarios mainstreams.
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Este boom se ha mantenido porque la forma en la que se montó es diferente a lo que ocurría antes, que se esperaba que grandes discográficas te compraran el álbum y te llevaran de gira. Toda esta gente se formó en la autogestión. El desarrollo es muy lento y se mantiene en el tiempo, nada fue de un día para el otro”, explica Cristian Araya, director de Super 45, web musical de referencia en Chile.
Tal como ocurre en la escena argentina, parida en el sonido de La Plata, la música chilena que empezamos a escuchar tiene su raíz en la independencia y una más profunda en su época: internet, las distancias territoriales muertas a un click de distancia, la información y las herramientas para poder hacer todo desde casa.
Octavio Cavieres, baterista de Astro, señala en un mail que la cantidad de gente que está haciendo música en Chile es cada vez mayor y que eso genera oportunidades y recursos para seguir llevándolo a cabo. “Se ha generado una industria independiente de productoras y sellos que mueven a las bandas y mantienen viva la escena. El público también ha crecido y en los medios se toca cada vez más música chilena. Nos sentimos muy cómodos trabajando en Chile y haciendo crecer la escena desde acá hacia el exterior.”
Desde la percusión de Astro, Caviares sostiene que la inclinación popera de Chile tiene que ver con la dictadura, “que cortó de raíz la industria cultural del país justo en los años en que el rock pegaba más fuerte en Argentina y el mundo. Después de toda esa tensión la gente quería algo liviano y fácil de escuchar.”
Sonido
La canción chilena post dictadura se animó a manipular sonidos populares, a mezclar la sensibilidad que tenía figuras del pasado como Violeta Parra con eso que veía en MTV, con la tecnología electrónica a la que accedió y, por sobre todas las cosas, a un espacio natural único.
Araya, periodista y director de Super 45 lo denomina como una forma desprejuiciada de acercarse a la música. “Ellos (los músicos, las bandas) tienen una forma muy diferente de acercamiento a la generación de Violeta Parra, tienen otro punto de vista, eso les da un sentido de identidad diferente. Los primeros discos de Gepe o de Javiera Mena tenían una raíz folclórica pero muy orgánica, desde otro lugar, muy intuitivo.”
El desprejuicio hacia el pop les permitió transformarlo, manipularlo y experimentar con sonidos frescos hasta crear algo nuevo. Javiera Mena no es Britney Spears ni pretende serlo, es otra experiencia sonora, tal vez más cercana a una posible electrónica europea, a zapatillas de baile y brillantina, a letras sensuales y ruiditos intergalácticos. Con Javiera se baila, al igual que con Gepe.
“La escena de rock en Chile siempre existió pero no es tan ‘internacionable’ como el pop. Una escena hardcore o punk se mueve en circuitos muy cerrados. Son más fáciles de ligar a un sonido anglosajón, pero estas bandas de pop, estos músicos, suenan como ellos mismos”, explica Araya.
El trabajo en su propia identidad fue de la mano con el sello Quemasucabeza, de Gepe y Rodrigo Santis, de la banda Congelador. Ellos editaron Esquemas Juveniles, el disco que impulsó a Javiera Mena y creció junto a ella y a las necesidades de Gepe. Esa estructura, tocar y fortalecer su identidad sonora les permitió llegar a España y a México. El circuito de festivales dejó afuera a Argentina por su crisis del 2001 y la diferencia en el cambio. Recién hace poco tiempo se retomó el vínculo trasandino y los paralelismos entre las escenas son notables.
En la estética de estas bandas hay una fuerte presencia de la naturaleza, de los ancestros y de las tradiciones. Tal vez, Cristobal Briceño sea quien más enfrente las clasificaciones de la música, sin darle relevancia a su posible función de explicación, porque la obra habla sola. En su caso, los videos de los Fother Muckers, banda que lideró, son hendijas perfectas para espiar cómo es el Chile suburbano. Lo mismo hace con Ases Falsos y su poesía cruda, simple, popular.
“A mí lo que me importa es la canción, se apellide como se apellide. Ese mecanismo compacto, dominante y mágico”, dice por mail. ¿Qué es el pop para él? Nada, una etiqueta inútil, pero lo que sí le interesa es el bagaje que cada uno trae y con el cual construye. “Me formé escuchando Fito Páez, Calamaro, o Divididos cuando era niño, muchísimo Charly García en mi adolescencia (y hasta que me muera, espero) y la lista continúa”, dice, y reniega de la palabra rock, de la etiqueta que liga a Argentina a cierto género y a Chile con otro. “Para mí el rock es un cuento cerrado. Juguetes de infancia. Hoy, como ya te dije, me interesa la canción. Cuando emergió el rock en Chile, el país pasaba por una etapa muy ideologizada, y el rockero era visto básicamente como un lacayo del colonialismo, un perro faldero del extranjero. Y se potenció mucho la canción “de raíz”, lo que es una idea débil, pues de todos modos era cantada en español, con guitarras españolas y métricas europeas pero en fin, música muy linda que se propuso generar identidad”. Pero es él mismo quien rescata las mixtura, el tamiz que da la experimentación. “Mi formación como compositor y como oyente, mi pasaporte musical y mi sensibilidad melódica no tiene relación con mi nacionalidad”, concluye.
Si pasamos por alto la etiqueta de pop y prestamos atención a lo popular, Anita Tijoux es otra abanderada chilena. Si bien rapea, su show en Niceto Club en noviembre pasado demostró que su banda es muy rockera y su talento en las rimas -algunas tan pegajosas como una buena canción de pop- se iguala a su faceta más soul. Con su segundo disco solista, 1977, llegó a los Grammys con cuatro nominaciones y a girar por todo el mundo. Su lírica está muy ligada a los problemas sociales de su país.
Anita Tijoux, Dënver, Gepe, Astro giran por el circuito latinoamericano y europeo de festivales. Ahora, de a poco, también llegan a Argentina. Queda el puente para que las escenas independientes se unan y puedan generar una relación más fluida entre los países.
Como dice Cristobal Briceño de Ases Falsos: “Viajar tocando es uno de los aspectos más gratificante de este trabajo”, y contó que recibieron una invitación del Vive Latino mexicano que los pone muy contentos. “Me encantaría ir a Buenos Aires, a La Plata, a Rosario, a Neuquén, a Tokio, en fin, recorrer el mundo cantando canciones. Pero las cosas pasan cuando pasan, y eso ya lo entendí. Esta todavía no pasa”.